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Reportaje:

El último beso de Maores

La niña degollada en Ripollet estaba enamorada de su presunto verdugo

Jesús García Bueno

Como tantas adolescentes, Maores (apodo de María Dolores) daba rienda suelta a sus sentimientos amorosos a través de su fotolog, una suerte de bitácora en Internet donde también colgaba fotos que se hacía ella misma en su habitación. El 20 de octubre, doce días antes de que fuera encontrada, degollada, en un descampado de Ripollet (Barcelona) escribía en estos términos sobre el chico que le gustaba: "Tú eres mi todo, y ojalá algún día yo sea tu todo". Ese día, para su desgracia, llegó: Sergio -al que, cariñosamente, también llamaba Chencho y Rubio- la besó en un banco del barrio horas antes de acabar, presuntamente, con su vida.

Los amigos y vecinos de la víctima no se explican cómo un chaval de 14 años, que no era conflictivo en el colegio y se había criado en una de tantas familias de clase media, fue capaz de matar a su amiga y compañera de 2º de ESO. Tampoco entieden por qué empleó una violencia tan extrema: tras degollar a la niña con una navaja, el chaval se ensañó en su cuerpo con un palo de senderismo. La chica aún vivía cuando la dejó tirada.

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Aunque al inicio se habló de un desengaño amoroso, la investigación policial apunta ahora a lo contrario: a Sergio -un chico rubio con fama de guaperas que ponía especial esmero en su peinado- le sentó como un tiro que sus amigos le vieran besando a Maores. De modo que intentó reconducir la situación: habló con ella por el Messenger (mensajería por Intenet) y, horas después, en plena noche de Halloween, fue a buscarla a casa.

Sergio se hizo acompañar por un compañero del instituto de Can Mas: Luis, un niño "ni violento ni impulsivo", según los psicólogos que le han examinado. Sergio llevaba ya el palo. Como no sabía dónde vivía Maores, llamó a otros timbres antes de dar con su piso. La niña, ilusionada por ver de nuevo a su amado Chencho, bajó a la calle. "Volveré en cinco minutos", dijo a su madre. Iba en pijama y zapatillas, pero no le importó: Sergio le había prometido a través del interfono que iba a darle un regalo por su cumpleaños, a pesar de que habían pasado ya dos meses de la fecha.

La pareja recorrió la rambla de Sant Jordi a paso ligero. Por detrás de ellos iba Luis, "como un mero aguantavelas", relata su abogada, Carme Gómez. Tras caminar 200 metros, llegaron al descampado, un terreno sin iluminación alguna que linda con la comisaría local. Luis vio que la niña salía corriendo, descalza, perseguida por Sergio. Éste, que tiene cierta ascendencia sobre su amigo, le indicó que siguiera sentado. Después se produjo el crimen. "Tranquilo, que aún le late el corazón", le dijo Sergio, siempre según el relato de Gómez.

Los chavales, que juegan en un club de fútbol, tuvieron la frialdad de echar un partido a la mañana siguiente. Pero la muerte de Maores empezaba ya a estar en boca de todo el municipio. Cada vez más presionados, los menores decidieron acudir a la policía.

En comisaría explicaron lo mismo que después detallaron al fiscal de menores. Luis culpó de todo a Sergio, mientras que éste echó mano de su imaginación: atribuyó el crimen a un tal Abel, un chaval del barrio de etnia gitana. Se trata de un personaje ficticio, consta en el atestado policial. La historia no convenció a los agentes, que, no obstante, se mostraron sorprendidos por la "extremada frialdad" y la precisión con que narró los hechos.

Los investigadores sospechan que Sergio fue el autor material del crimen y consideran a Luis un mero testigo. Para corroborar esa hipótesis serán clave las pruebas de ADN de la sangre hallada en la ropa de Maores. También se examina si las heridas de Sergio son "de defensa", es decir, provocadas por Maores en un inútil intento por defenderse de la agresión. La autopsia descarta que la niña fuera violada, pero los Mossos investigan si hubo algún intento de abuso y rastrean los ordenadores de los tres menores para hallar huellas de sus charlas on-line.

Hasta que esas incógnitas se diriman, Sergio y Luis duermen en centros de acogida desde hace una semana. La Fiscalía, que instruye el caso, les acusa a ambos de un delito de homicidio, por el que podrían estar un máximo de ocho años internados.

Los psicólogos también investigan si la brutal reacción de Sergio se explica por un trastorno mental. En las calles de Ripollet, sin embargo, los vecinos piden justicia y la familia del chico, que vive a tres calles de la de Maores, ha puesto tierra de por medio. El crimen ha dejado desolados a los habitantes de esta localidad del cinturón industrial de Barcelona (35.000 habitantes). Se ha convertido en un santuario: hay velas en memoria de Maores en su portal, bajo el olivo de una rotonda y en el descampado donde fue asesinada. El tópico de que "no se habla de otra cosa" nunca fue tan cierto. Mientras, el archivo del blog de Maores sigue siendo rastreado. Sus mensajes solían acabar con dos letras: "TQ", una forma adolescente de decir "te quiero".

Velas en memoria de Maores, la niña asesinada presuntamente por un compañero de colegio, en las calles de Ripollet (Barcelona).
Velas en memoria de Maores, la niña asesinada presuntamente por un compañero de colegio, en las calles de Ripollet (Barcelona).CARLES RIBAS

Venganza en Internet

El crimen de Maores se ha vivido con intensidad en Internet. La niña ha recibido cientos de mensajes de apoyo en su fotolog y se ha creado una página web en su honor. Amigos y conocidos han visitado en masa la página de la niña, donde una y otra vez aludía a Sergio: "Lo pasé bien. Lástima que no vino Chencho". O, unos días más tarde: "No mola que se haya enterado de todo, tengo miedo de que se enfade".

Youtube se ha convertido en escenario de un juicio paralelo. Allí aparecieron vídeos con títulos explícitos como El niñato asesino del Ripollet confiesa. Los Mossos los han retirado y la Fiscalía ya ha ordenado eliminar otros fotomontajes colgados en la red donde se exige venganza y se tacha a Sergio y a Luis de asesinos. La Fiscalía investigará esas imágenes por si constituyen delito.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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