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Reportaje:

"Las vallas de la infamia"

40 muros y 20 carteles de Bogotá mostrarán una sucesión de imágenes de hombres violadores de menores

Hoy martes por la noche, sobre dos pantallas gigantes en un céntrico parque de Bogotá, se proyectarán las fotografías de hombres condenados por haber violado a un niño o una niña. Será, como dice su promotora, la concejal Gilma Jiménez, una jornada de sensibilización frente a un delito que se cobra, al día, cinco víctimas en esta ciudad de ocho millones de habitantes.

No habrá discursos, y los participantes se iluminarán con velas. Así entrará en vigor el acuerdo, aprobado por unanimidad en el consejo de la capital, que obliga a exhibir en muros y vallas las fotos de los agresores sexuales a menores de edad. Serán 40 muros y 20 vallas las dedicadas a este escarnio público. A partir de junio, los rostros de los violadores saldrán en un programa especial de televisión.

El acto coincide con la entrada en vigor de la Ley de Infancia y Adolescencia, que aumenta las penas para estos delitos. Antes, la condena no superaba los 12 años. A partir de hoy un violador de un menor de 14 años deberá pasar en la cárcel 25 años. Si la víctima es un adolescente, serán 12 años. Para ellos no habrá rebaja de penas, ni casa por cárcel, como no habrá tampoco ningún beneficio legal para quienes maten o maltraten a los protegidos por la nueva Ley.

El acuerdo de los muros y vallas tiene enredado al país en una agria polémica. Su promotora alega que, aunque es un proceso duro y doloroso, va a conducir a efectos positivos: reducir los episodios de violencia sexual. Sus detractores aseguran que este castigo público no deja espacio a la rehabilitación.

El diario El Tiempo, el único de circulación nacional, dedicó su editorial del sábado a atacarlo. "No porque aparezca su cara en las vallas el criminal deja de serlo. Simplemente empleará estrategias más oscuras", dice y previene sobre posibles linchamientos. Muchos comparten esta idea: "Esos muros generaran odio y deseos de venganza en la sociedad"; "se debería mejor controlar a los agresores que salen de las cárceles para evitar que reincidan", han sido frases repetidas estos días.

La primera reacción fue de los 120 presos del patio 1 de la cárcel La Modelo, donde se concentra la mayoría de detenidos y sentenciados por delito sexual en esta ciudad. A mediados de la semana pasada iniciaron una huelga de hambre para protestar por lo que ya popularmente se llama "las vallas de la infamia".

Jiménez asegura que asumieron el riesgo. Sabían, dice, que podría generar un rechazo. Incluso que los tildaran de "terroristas simbólicos". Pero está convencida de que conducirá a algo positivo: "Debe servir de instrumento preventivo y disuasivo. Además, debe sensibilizar. La sociedad debe tener claro que meterse con un niño es grave".

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