_
_
_
_
_
Sentencia del 'caso Maeso'

El virus 'viajó' en las jeringuillas con las que Maeso se pinchaba

El anestesista se administraba primero parte de los fármacos destinados a sus pacientes

Juan Maeso se guardaba para él parte de la anestesia destinada a sus pacientes. Primero se la inyectaba y luego administraba el resto a los enfermos, de forma que a través de los residuos de sangre contaminados que quedaban en el material quirúrgico les contagió el virus de la hepatitis C, enfermedad de la que estaba infectado. Así sucedió en 275 ocasiones, según la sentencia que señala contundentemente al médico como única fuente del brote.

Más información
2.000 años para el anestesista Maeso por contagiar hepatitis C a 275 personas

El contagio se produjo "durante y como consecuencia de la actuación anestésica, de sedación o de cuidados intensivos", como relatan los magistrados. Maeso se reservaba parte de los fármacos de los compuestos anestésicos que administraba a sus pacientes, fundamentalmente fentanilo -Fentanest en su nombre comercial- y meperidina -Dolantina-, en ambos casos opioides sintéticos en cuya familia se encuentra, por ejemplo, la metadona.

Después de inyectarse su dosis, con el mismo material, trataba a los pacientes, ya fuera a través de viales o directamente, como sucedía en la mayor parte de los casos, según quedó reflejado en el juicio a través del testimonio de los afectados. Entonces "restos hemáticos suyos contaminados con el virus de la hepatitis C se transmitieron al caudal sanguíneo de los pacientes".

El tribunal se ha apoyado en la genética, la estadística, la virología y la biología molecular para, desde estos distintos frentes, atribuir al especialista la responsabilidad de la infección masiva. En la explicación de cómo Juan Maeso contagió a 275 personas la sala ha contado con una ayuda básica. Se trata de un estudio elaborado por la Universidad de Valencia que demuestra que el virus del anestesista comparte nombre y apellidos (en todos los casos el tipo y el genotipo es "1a") con el de los pacientes, y que se trata de una clase de patógeno "minoritario o infrecuente" en España.

Sobre estos cimientos se levanta buena parte del andamiaje de la sentencia que descansa en una sucesión de hechos presentados de forma contundente. El tribunal recoge que los enfermos se contagiaron después de pasar por el quirófano, ya que las pruebas que se les practicaron antes de la intervención no muestran alteraciones en el hígado. Además, la única relación entre los 275 infectados es que tuvieron como anestesista a Maeso. Como demuestra el informe genético, todos tienen el mismo tipo de virus, lo que indica que "hay una sola fuente u origen único para este brote y no cabe otra interpretación de los datos". Y "la única manera en que pudo transmitir el procesado el virus de la hepatitis C es por vía percutánea o parenteral". Así pues "la única explicación es que el procesado fuera la fuente".

La sentencia cierra las puertas a la principal vía abierta por la defensa para salvar al acusado. Francisco Davó, el letrado del anestesista, insistió en presentar al facultativo como una víctima más del brote y rebatir que se tratara de su origen. Pero esta posibilidad la descarta, de nuevo, el estudio genético. "La relación entre el virus de Maeso y los demás afectados es de paternidad y no de hermandad".

Por si esta batería de argumentos no fuera suficiente, los magistrados añaden un "concluyente" indicio "de la autoría del acusado": una vez cesó la actividad del médico, "no ha aparecido, ni se ha detectado o constatado ningún otro caso de hepatitis C atribuible a una actuación médica o quirúrgica en los hospitales afectados".

La sentencia reconoce también que Maeso "utilizó fármacos opiáceos o tóxicos para sí continuamente en un periodo prolongado del tiempo". Ya desde 1989 le llamó la atención al comandante jefe del servicio de respiratorio del hospital militar de Valencia, donde trabajaba el anestesista, el "uso indiscriminado" de dolantina por parte de Maeso, hasta el punto de prohibir la administración del opiáceo sin su previo consentimiento. Pero incluso en los años 1987 y 1988 "hubo un incremento generalizado de dolantinas", como apuntó el responsable del departamento de Farmacia del centro.

Referencias similares las comunicaron enfermeras de la Casa de la Salud -"decían que se pinchaba Fentanest con medicación anestésica", comentaron- o del hospital La Fe de Valencia -"había un rumor de que Maeso era drogadicto, era el run-run que había en el hospital, sólo de él, no de otros anestesistas"-.

Sin embargo, los jueces no admiten que su drogadicción pueda ser una circunstancia eximente. Y ello por varios motivos. Al ser médico "podía haber obtenido paliativos para su necesidad de administrarse opiáceos, acudido a un tratamiento de deshabituación o haber empleado los fármacos de modo que no ocasionara contagio alguno".

EL PAÍS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_