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Reportaje:La inversión en investigación y desarrollo

La zancada del gigante chino

El país asiático viene pisando fuerte, y este año sus inversiones serán las más cuantiosas, sólo por detrás de Japón

"El mercado chino pide mucha innovación; estoy personalmente convencido de que China está efectuando una transición para pasar de ser un centro de producción a un centro de innovación". La frase fue pronunciada recientemente por Richard Hausmann, presidente y consejero delegado del grupo alemán Siemens, durante la apertura en Pekín de unas nuevas instalaciones para Investigación y Desarrollo (I+D). Debió de sonar a música celestial en los oídos de los líderes chinos, quienes han hecho de la investigación una de las prioridades de su política.

Pero la frase de Hausmann no fue sólo un do-re-mi para deleitar a su anfitrión, sino que refleja una realidad que la OCDE se ha encargado de resaltar: por primera vez, China se convertirá este año en el segundo inversor mundial en I+D, desbancando a Japón. Un dato que ilustra la decidida apuesta de la potencia emergente por la innovación, orientada a reducir la dependencia tecnológica del exterior.

El número de investigadores creció un 77% en 10 años, según la OCDE

El mayor símbolo de este afán científico es el programa espacial tripulado que, aunque utiliza una cápsula basada en la rusa Soyuz, emplea numerosos elementos propios. Para las autoridades chinas, ese programa es también una forma de enaltecer el orgullo nacionalista de sus ciudadanos.

Propaganda aparte, la cuestión crucial para Pekín es reducir la dependencia tecnológica del extranjero. Máxime en un país de 1.300 millones de habitantes, con un mercado de consumidores cada vez mayor, que sueña con diseños locales para sustituir los millones de coches extranjeros que ruedan por sus carreteras o los aviones Airbus y Boeing que vuelan en sus cielos. Como ejemplo, ha desarrollado su propio estándar de reproductores de vídeo -llamado EVD- y ultima su tecnología para telefonía móvil de tercera generación.

China quiere aprender rápido. De ahí el interés por firmar alianzas con empresas extranjeras e incitar a éstas a que abran centros de investigación y desarrollo en su territorio. Motorola tiene 18, que emplean a un total de 3.000 técnicos; Nokia, seis. Para Pekín son una fuente de saber y formación a largo plazo de sus científicos. Para las compañías foráneas, una manera de reducir costes, cuando el salario anual de un ingeniero doctorado chino es de 13.000 dólares, frente a 100.000 dólares de uno occidental; y de responder a las demandas de las autoridades.

Según la OCDE, el número de investigadores en China ha crecido un 77% en diez años, hasta alcanzar 926.000 personas. La rapidez en el progreso de China "es espectacular", según un alto responsable de la OCDE: de 17.000 dólares dedicados a investigación y desarrollo en 1995 (0,6% del PIB) a 94.000 millones de dólares en 2004 (1,2% del PIB). El organismo con sede en París estima en 136.000 millones de dólares el monto del dinero que China habrá dedicado a esas actividades al final de 2006.

Estas cifras son muy superiores a las proporcionadas en septiembre pasado por el propio Gobierno chino. La dificultad radica en si ambos estudios incluyen las mismas actividades y conceptos dentro de I+D. Pekín asegura que sus empresas caminan todavía muy por detrás de las competidoras extranjeras. Por ejemplo, las multinacionales farmacéuticas dedican entre el 10% y el 15% de su presupuesto a investigación, frente al 1,5% de las compañías chinas del sector. Sólo una de cada cuatro grandes y medianas empresas del país asiático realiza I+D. Otra característica de la inversión, según el Gobierno, es que apenas un tercio va destinado al desarrollo de nuevos productos; la mayoría se destina a la modificación de artículos existentes, en lugar de a investigación básica que pueda ser considerada realmente innovación. Y el número de patentes chinas registradas en Estados Unidos o Europa aún es muy bajo.

Pero el interés del Ejecutivo encabezado por el presidente Hu Jintao a favor de esa actividad no puede estar más claro. En febrero pasado lanzó un ambicioso plan a 15 años para convertir la innovación en el motor del crecimiento de China, con especial énfasis en 11 áreas clave que van desde la energía nuclear a la genética. Pekín ha prometido apoyar la investigación privada con ventajas fiscales y dar mayor protección a las patentes y los derechos de propiedad intelectual. El objetivo es que el gasto en I+D progrese a grandes zancadas, con la finalidad de alcanzar el equivalente al 2% del PIB en 2010 y al 2,5% en 2020.

Una trabajadora de Shanghai examina los circuitos de un teléfono móvil en el departamento de investigación de la multinacional AT&T.
Una trabajadora de Shanghai examina los circuitos de un teléfono móvil en el departamento de investigación de la multinacional AT&T.AP

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