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Columna
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Algo bueno

Si algo bueno tengo en los malos tiempos es que precisamente por su maldad intento rescatar el lado positivo de lo que ocurre. Es el optimismo de la voluntad, mucho más inteligente -y válido-, me parece, que el antropológico. Estos días de desolación ante la última tropelía del ardor guerrero israelí nos dejan unas pocas pero luminosas lecciones. En primer lugar, que en momentos en los que todo alrededor rezuma preocupaciones económicas -la mayoría, desde luego, muy fundadas-, y en que el mundo parece ensimismarse en la contemplación de su bolsillo, casi 700 personas emprendieron una gesta heroica para llamar la atención sobre el horror al que Israel tiene sometida a la franja de Gaza. Esas personas de diferentes países y con diferentes pedigrís, sin duda no siempre de acuerdo en muchas cosas, se unieron por una causa justa y zarparon, como zarpaban los conquistadores, a por la dignidad. Y aunque han pagado un precio muy alto, con dignidad regresan, y a mí me resulta emocionante que durante un periodo hablemos más de ellos que de los altibajos de la Bolsa.

En segundo lugar, es obvio que estos particulares, estos individuos, esta gente admirable, han conseguido -y creo que en proporciones mucho más gigantescas de lo que pudieron imaginar cuando emprendieron su viaje- desenmascarar el verdadero rostro del Israel actual, por si a alguien le cupieron dudas. Cielos, si mediáticamente aquí solo les han defendido los medios que, llegado el momento, también defienden a los falangistas.

Como último beneficio, nos veo a nosotros mismos clamando con una claridad como no veíamos desde hacía eras contra ese bloqueo -que los judíos buenos consideran "inútil e inmoral"- y contra esa paranoia chulesca que por desgracia en demasiadas ocasiones ha sido consentida y justificada.

Y viva Turquía, dicho sea de paso.

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