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Carme Aguadé

La pintora expone su obra en Barcelona

Papers (Papeles), tal es el título genérico de la exposición que Carme Aguadé presenta en la galería Nomen de Barcelona del 1 al 31 de diciembre. Unos papeles de panocha o de algodón, hechos a mano por uno de los pocos artesanos que aún cultivan el oficio. Sobre ellos, colores suaves, difuminados, entremezclados pacientemente. Para Carme Aguadé ha llegado el momento de la mirada serena al mundo que la rodea, lejos de las tensiones que en otro tiempo la marcaron profundamente.

"Carme Aguadé no adopta la posición del creador, sino la más humana del observador", ha dejado escrito el crítico Alexandre Cirici, que desde finales de los años sesenta hasta su muerte siguió atentamente la evolución estilística de la pintora. Una evolución amparada por un ambiente familiar favorable: su madre, Carmen Cortés, pintora también, formaba parte de aquel último grupo de artistas de antes de la guerra, integrado por Grau Sala, Humbert, Sunyer, Prim, Fenosa... Era, además, pianista.Su padre, Jaume Aguadé, médico preocupado por cuestiones sociales -amigo de sindicalistas destacados como Salvador Seguí y Francesc Layret-, fue alcalde de Barcelona entre 1931 y 1933, y más tarde ministro de trabajo en el Gobierno de Negrín. "Pero durante 40 años he estado perdiendo este ambiente familiar", señala aludiendo a la diáspora familiar posbélica que llevó a unos a México y a otros a París. Volvió pronto a Barcelona, casada con Frederic Rahola, actual Síndic de Greuges (defensor del pueblo en Cataluña), pero entonces sospechoso demócrata a quien no le sería ahorrada la cárcel. La de Aguadé no fue una vocación tardía por la pintura, sino una vocación que las circunstancias obligaron a que se manifestara tardíamente.

"Una vida artística secreta", dijo Cirici, pero nunca una vida de simple aficionada: cuando finalmente expone, en 1961, su arte es sólido y personal, no debe nada a nadie y lo debe todo a su particular forma de observar lo que tiene más cerca: jardines del barrio de Horta, paisajes urbanos, bodegones. Más tarde hace pop: coches, aviones, botellas de refrescos, envases de yogures y señales de tráfico en su más ésquemática desnudez. "En cierta ocasión, el embajador deChile en España me pidió una obra para una campaña.de apoyo a Salvador Allende. Yo le di una con una señal de tráfico titulada Peligro a la derecha. Poco después llegó la noticia del golpe de Pinochet". Hay debajo de todo ello una crítica constante, "no directamente al régimen, cosa que en aquellos momentos no hubiera sido permitida, sino al consumismo".

De la etapa pop Aguadé deriva hacia la etapa sociológica: frías paredes con graffiti reivindicativos, soledad obsesiva frente a la represión. Ahora es diferente. Se encuentra en un momento de reflexión serena. La observación humana de la que hablaba Cirici ha encontrado su sentido último.

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