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Benet Casablancas, filósofo y compositor

Durante su infancia llegó a aborrecer las clases de piano

Benet Casablancas es uno de los jóvenes compositores más prometedores de la música contemporánea española. A pesar de su juventud es ya una autoridad en musicología y sus obras de composición chocan cada vez con mayor interés en los estrenos, tanto en España como en Centroeuropa.

Es Benet Casablancas un joven catalán sin vista para los negocios. Dos decisiones capitales que ya marcan su vida lo demuestran sin ambages; una, la de estudiar filosofía pura; la otra, quizá aún más peregrina, la de ser compositor. Nada en la infancia de Benet hacía pensar en que algún día elegiría vocación tan sufrida. Nacido en Sabadell hace 27 años, no tuvo durante la misma más contacto con la música que unas forzadas clases de piano que, por supuesto, llegó a aborrecer. El consabido ramalazo creativo de la adolescencia le llevó a hacer unos pinitos con la pintura. Nada grave, sin embargo. Todavía podía haber hecho el chico una carrera sensata.Pero se decide por la filosofía pura. Se matricula en la Universidad Autónoma de Barcelona y, como era de temer, empieza a especular sobre la vida, su fugacidad, la muerte, el tiempo y el silencio. La música aparece cada vez con más frecuencia en los ensayos de lectura obligada, y un día se gasta unos duros, en comprarse la Novena sinfonía de Beethoven. De esto hace ya bastantes años, aunque tampoco tantos, y el que hoy encuentra a Benet husmeando entre las estanterías de Doblinger, la famosa tienda de música de Viena, puede pensar -erróneamente- que está ante una enciclopedia de musicología con gafas de concha.

Curiosidad melómana

Benet Casablancas tiene un conocimiento tan amplio y riguroso de la historia y esencia de la creación musical y de su imbricación en la cultura y en la vida que puede despertar una curiosidad melómana en gente que nunca ha percibido diferencia acústica alguna entre un violín y el motor de una vespa. Su conversación, a menudo monólogo por fuerza, puede comenzar donde sea, en los hijos de Bach, y en un desarrollo coherente, incluso comprensible, acabar, como quien no quiere la cosa, explicando los puntos en común de la obra de la escuela polifónica de Nôtre Dame en pleno medievo con la de uno de los compositores más modernos de este siglo, como es Gyorgy Ligeti.Este joven catalán sabe tanto y tan bien que se puede permitir toda serie de disquisiciones sobre los lieder que Theodor W. Adorno compuso con textos de Franz Kafka o sobre la obra musical -mala, dice- de Friedrich Nietsche, sin resultar pedante, sin pose erudita.

Su formación académica tiene lugar fundamentalmente en Barcelona, donde estudia dirección de orquesta con Antoni Ros Marbá, y contrapunto, instrumentación -y composición con Josep Soler, al que considera su auténtico y único maestro. Por lo demás, de su biografía se desprende una cierta incapacidad para el ocio o furor laboral: cursos de composición con Carmelo Bernaola, de músida electrónica, de dirección coral, director titular de la Orquesta de Cámara de las Juventudes Musicales de Sabadell, profesor de música de EGB y en cursos a educadores, y toda una larga serie de ocupaciones de este estilo.

Vivir de una beca

Además, su obra. Su dificil música, sin concesiones a la espectacularidad, nada novedosa, pero original, es producto de un trabajo riguroso y concentrado, cuyo objetivo declarado es "poder decir cada vez más y mejor las cosas", y forma ya parte del repertorio de música contemporánea catalana.En Viena, Benet se ha pasadoun año haciendo una nueva versión mensual del milagro de los panes y los peces: vivir de una beca pagada en pobres pesetas en una de las ciudades más caras de Europa. Su diminuta vivienda de alquiler se ha ido llenando de partituras y textos teóricos musicales, y el instrumento de su mujer, Lourdes Andras, una viola, ha corrido constante peligro de pasar al ostracismo del pasillo. De su actividad investigadora dicen las malas lenguas que la bibliotecaria de la facultad de Música vienesa ahora como nunca las vacaciones de verano y el consiguiente retorno a casa de este catalán que le hace trabajar más que todos los demás asiduos juntos.

En la Hochschule (facultad) de Música, Benet ha cursado estudios de composición con Friedrich Cerha, destacado director de música contemporánea y especialista en la obra de la Escuela de Viena. Cerha terminó la ópera Lulú que Alban Berg dejó inconclusa a su muerte. Es precisamente el trío de la Escuela de Viena -Alban Berg, Arnold Schoenberg y Anton von Webern- uno de los principales motivos de la presencia del compositor catalán en la capital austriaca, ya que supone para él "el último punto de referencia con riqueza intrínseca y posibilidades de desarrollo, no sólo en términos musicales".

Benet, muy crítico hacia el neorromanticismo tan en boga entre las nuevas generaciones de compositores y hacia otras formas de creación musical, como la minimal o repetitiva, cree poder encontrar en un neoexpresionismo basado en esta escuela de entreguerras la fórmula para un desarrollo lineal .sin cambiar la lógica del pensamiento musical". Y en eso está Benet Casablancas. La música, el tiempo y la vida. En un texto escrito para el III Encuentro de Compositores de Palma de Mallorca de 1982 decía Casablancas: "Las gélidas vibraciones del sonido no son menos efimeras que nuestras propias vidas, y su despliegue en el precario medio de nuestra conciencia explica, sin duda, el compromiso de su devenir con nuestra misma existencia, compromiso centrado en la inexpugnable sima que la define: el tiempo".

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