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Isabel Sauras de Castanyer

Vende un millón de alpargatas en el mercado italiano y estadounidense

Cuando se casó con Llorenç Castanyer, abogado, hijo primogénito de un fabricante de alpargatas de Banyoles (Gerona), no podía imaginar que pronto dejaría las labores domésticas para dirigir una de las más importantes empresas españolas del sector. Con coraje, Isabel Sauras de Castanyer ha conquistado el mercado italiano y estadounidense, donde vende casi un millón de alpargatas al año.

Un grave accidente sufrido por su esposo en 1965 obligó a Isabel Sauras a ponerse al frente de la fábrica que fundara en los años veinte su suegro, Lluís Castanyer, un zapatero de Banyoles que llenaba su tiempo libre tocando el violonchelo. A finales de la década de los cincuenta los primeros síntomas del progreso desplazaron la alpargata, que dejó de ser el calzado tradicional de las gentes del campo y de las clases urbanas modestas.Cansado, el anciano Castanyer traspasó el negocio a su hijo primogénito, al que impidió de esta forma ejercer como abogado. En aquellos tiempos, Isabel Sauras, dedicada de lleno al cuidado de su primer hijo, no tenía otra vinculación con la empresa que su intuición que utilizaba para aconsejar a su esposo sobre nuevas formas y colores. "Era imprescindible cambiar el producto, darle un nuevo aire. Y mi intuición servía", recuerda. Los turistas europeos que en aquellos años comenzaban a descubrir la Costa Brava, empezaron a pasarse a las alpargatas locales, de las que admiraban su comodidad y colorido.

El éxito alcanzado entre los turistas sugirió al matrimonio la posibilidad de comercializar en el extranjero las alpargatas fabricadas en Banyoles. Con este fin, centenares de cartas fueron remitidas a los principales comerciantes de calzado europeos. "Las primeras respuestas solicitando muestras y precios llegaron de los países nórdicos", recuerda Isabel Sauras, que entonces asumió la dirección creativa y comercial del negocio. En esta nueva etapa, Sauras consiguió llegar al público norteamericano ofreciendo sus zapatillas a las tiendas situadas en el edificio Watergate, cuando el escándalo que obligó a dimitir al presidente republicano Richard Nixon acababa de estallar en las páginas del Washington Post.

La entrada en el mercado internacional obligó a la empresa a modernizarse, a implantar nuevos métodos de diseño y gestión. Isabel Sauras contrata ahora importantes campañas de publicidad basadas en complejos estudios de mercado; selecciona cuidadosamente a sus distribuidores y los puntos de venta que éstos abastecen, y dirige un cualificado equipo de diseño. A pesar de ello sigue inspirando la marcha de la empresa, cuyo éxito reside "en saber moverse al compás que marca la moda".

El crecimiento y modernización de la empresa no ha afectado a su sistema de producción ni a la calidad de los materiales utilizados, que permanecen inalterables tras casi 60 años de actividad. Buena parte del proceso se realiza todavía a mano, y las pocas máquinas existentes son las mismas que en su día construyó Lluís Castanyer, el zapatero violonchelista.

Las suelas de yute, un material que aisla lo mismo del frío que del calor, siguen siendo la base del producto. El calzado, que en 1694 fue impuesto por decreto real a las tropas ligeras de la corona catalano-aragonesa, ha conquistado ahora, de la mano de Isabel Sauras de Castanyer, Europa y América.

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