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Columna
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Discúlpese usted

Hay individuos a los que les ha llegado la crisis a la cabeza, pero no al bolsillo, e individuos a los que les ha llegado al bolsillo, pero no a la cabeza. Cuando uno de los del primer grupo come con uno de los del segundo, paga indefectiblemente el del segundo, o sea, el que está mal de dinero pero bien de ánimos, lo que se traduce en que el endeudado se endeuda más, contribuyendo a que suban los índices de morosidad, mientras que el que podría hacer circular un dinero oxigenado lo retiene en la cuenta corriente, colaborando al empeoramiento del catarro o estreñimiento económico del que somos víctimas. La economía es muy complicada; cuando el dinero dice que no sale, es que no sale, por más laxantes que le apliques.

La injusticia señalada anteriormente (que invite a comer el que menos tiene), trasladada al cuerpo social, se aprecia en el hecho de que siendo ésta una crisis de derechas, quien está pagando el pato es la izquierda; siendo una crisis provocada por el capital, está sufriendo sus consecuencias el trabajador; siendo una crisis inducida por los malos, se está llevando por delante a los buenos. Dado, además, que hay un tercer grupo, no citado al principio, entre los que se encuentran aquellos individuos (mayormente de izquierdas) a los que la crisis ha llegado de forma simultánea a la cabeza y al bolsillo, podríamos decir que el estado psicológico de la progresía es preocupante.

En otras palabras, que si el Gobierno socialista no se atreve a aplicar las recetas que aplicaría un Gobierno socialista, la debacle electoral está garantizada, pues mucha gente empieza a pensar que si vamos a salir de la crisis con soluciones de derechas, sería mejor que las aplicara el PP, que tiene experiencia y carece de escrúpulos. Entre tanto, si a usted le invita a comer su jefe, discúlpese. Seguro que le toca pagar.

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