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Columna
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Fantasmas

Manuel Rivas

Hemos pasado de la inquietud por la abstención al problema de la hipervotación, de la inflación censal. En Outeiro de Rei, en la provincia de Lugo, el alcalde ha censado súbitamente a los internos de una prisión allí situada. Sin su consentimiento. "Es la única libertad que les queda", sentencia con fatalidad humanitaria. En un gesto todavía más generoso, un alcalde de Granada ha empadronado en su domicilio particular a once nuevos vecinos de la estirpe de las caras de Bélmez. La convocatoria de elecciones ha frenado milagrosamente el proceso de despoblación rural. Hay municipios en los que ha cuadriplicado el censo de electores. Los pueblos siguen deshabitados, pero los auténticos vecinos notan ya que alguien anda por ahí. Asistimos a un auténtico fenómeno milenarista en la democracia, el de los electores fantasmas. No hablo de nuestros emigrados, ciudadanos de la diáspora, sino de electores reclutados al estilo pirata. Se intensifica el uso de transportes alternativos. Los nuevos electores llegan en fax a los ayuntamientos. Miles de personas deambulan por los engranajes de las fotocopiadoras. Un grupo de electores quedó atrapado en un e-mail. Otros varios han aparecido en una papelera, estrujados por descuido. Unos montañeros rescataron a una cuadrilla de desorientados formularios de voto por correo. Este boom de demografía virtual tiene por escenario las áreas más disputadas y con poderes locales encriptados y poco escrupulosos. Los electores de carne y hueso acaban siendo quisquillosos, exigentes e imprevisibles. La única medida de rigor para aclarar el censo ha sido la de prescindir de los difuntos votantes, decisión discutible, pues no dejaban de ejercer un derecho adquirido. Entre los electores fantasmas y los difuntos, yo prefería a estos últimos. A su manera, se tomaban la molestia de volver y confraternizar con los vivos. Pero, ¿qué sabemos de los fantasmas? Dado que hay partidos que persisten en presentar a presuntísimos corruptos en las listas, cabe una modesta proposición para el futuro: crear una circunscripción especial reservada para los corruptos y en la que sólo puedan votar sus fantasmas. Hay otra proposición más sencilla y de una justicia elemental: abrir de una vez el censo electoral a los inmigrantes, que son de carne y hueso, aunque se les trate, a ellos si, como invisibles.

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