"Yo, como Forges, insisto: no se olviden de Haití"

Si la vida fuera una universidad formal, Michäelle Jean acumularía varios títulos cum laude, a elegir: hasta hace cinco minutos era gobernadora general de Canadá, hoy es embajadora de la Unesco para Haití, pero antes fue una niña haitiana refugiada, profesora en la Universidad de Montreal, periodista hiperpremiada, estrella fulgurante de la televisión y, además, luchadora contra el maltrato por experiencia propia. Para cada uno de estos episodios necesitaríamos un desayuno completo, pero el tiempo apremia así que, tras elegir un buen plato de mango, sandía y piña y un té verde que va a quedarse congelado, dispara: "Lo que realmente más quiero es dar las gracias a Forges porque mantiene la bandera de Haití en cada viñeta. España ha sido fabulosa y no se ha olvidado de Haití".

La exgobernadora de Canadá huyó a los 11 años de Haití. Hoy vuelve con la Unesco

Michäelle Jean (Puerto Príncipe, 1957) tenía 11 años cuando huyó con su familia del Haití de Duvalier. "De pequeña he visto familias enteras fusiladas, desaparecidas, quemaban casas cerradas a cal y canto con toda la familia dentro y con la asistencia de los bomberos", relata, el plato de fruta aún intacto. "Mis padres no permitían no ver. La indiferencia en mi casa era inaceptable". Su padre, profesor de Filosofía, dirigía un colegio y fue detenido. Tras quedar libre logró huir y refugiarse en Puerto Rico, y de ahí a Canadá. "Canadá nos eligió a nosotros. En Quebec se estaba viviendo la revolución cultural, buscaban secularizar y quitar el sesgo religioso en la educación, buscaban profesores francófonos y por eso mi padre encontró trabajo allí".

Pero el exilio es duro y, tras pasar un año escondida con su madre y lograr huir a Canadá, llegó el maltrato. "Cuando volvimos a él, mi padre tenía enormes dificultades para amar y ser amado. Así que salió de nuestras vidas. Él me reencontró después, cuando tenía 30 años, y ahora es otro, es un padre amante y un marido amado, y eso me da esperanzas".

Porque tras la terrible experiencia dedicó los primeros años de su vida adulta a trabajar contra la violencia de género. Directora de documentales, titulada en Letras, profesora, desde todas sus ocupaciones buscó un papel en la sociedad civil, motor -asegura- del éxito de Canadá. El equipo que la acompaña apremia, no hay tiempo, debe salir ya, la aguardan para dar una conferencia.

"¿Ya? Si no he probado bocado". Y a contrarreloj pide unos huevos revueltos con jamón, para desesperación de quienes la esperan. Con pan negro.

Un día, periodista consagrada ya, recibió una invitación curiosa del equipo del primer ministro. "Pensé que querían que le hiciera una entrevista, pero ¡querían hacerme gobernadora general!". Lo dudó mucho y les sugirió otros 10 nombres para un puesto equivalente a jefe de Estado (con permiso de su majestad británica). "Pero eso es Canadá. Soy negra, mujer, llegada de Haití. E iba a suceder a un hombre de origen chino. Así que me dije: ¿Cómo voy a malgastar un espacio público como este? Mis ancestros eran esclavos, se trataba de inscribir mi experiencia en la historia, en la historia que está en marcha y acepté".

El equipo aprieta, debe partir, los huevos acompañarán también a la fruta de vuelta a la cocina, apenas ha comido nada. Y como en las viñetas de Forges, acaba: "Pero no se olviden de Haití".