En Gaza
Por fin se ha cumplido una premisa feminista real. Y es que una mujer tiene derecho a ser tan mala, cruel y asesina como un hombre, y a que la aplaudan. Medea, abandonada por su marido, que se cargó a sus hijos para vengarse, es un arquetipo machista. Nos la presentaron como una madre desnaturalizada, y el juicio se sigue repitiendo cada vez que una pobre desgraciada se arroja con su bebé por una ventana, aunque sea porque está en el paro y no lo puede alimentar.
La ministra de Exteriores israelí, Tzipi Livni, demuestra día a día que algunas pueden ser igual de malas que el hoy yacente Ariel Sharon, el de Sabra y Chatila, campos palestinos de Líbano en los que, en 1982, masacraron a civiles indefensos que no les echaban cohetes ni piedras. Mas Israel inventó la guerra preventiva posmoderna, y tiene derecho a defenderse aunque pierda su alma, y su ministra goza de la autoridad necesaria para obtener el silencio total de los corderos.
Lo siento, ministra Chacón. En sangre inocente, cero patatero. Qué lección, la de su colega, en especial cuando declara que hace lo que puede para impedir que mueran civiles. Piénsenlo, columnistas, comentaristas y espontáneos que jamás han puesto un pie en Gaza y desconocen que, en una reserva para nativos, los tales no pueden mandar a sus niños al chalé de la montaña o de la playa, ni siquiera a la otra reserva, Cisjordania, sellada por el muro, para salvarlos de los bombardeos. Hamás es un asco, desde luego. Si lo sabrán los israelíes, que pagaron para fortalecerles y fastidiar a Al Fatah. Esto, que yo conozco y conoce cualquier corresponsal, lo saben también la Unión Europea y Naciones Unidas: piensen en ello. Saben, y también han perdido su alma.
Pero bravo por la campeona del feminismo real. Y dos bravos si, además, tiene hijos.
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