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Columna
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Homs

Harta de frascas y guindos, de trajes y chorizos, harta de sordidez y de miseria humana, vuelvo hoy mis ojos, y os ruego que me acompañéis, a una tragedia verdadera, a un país, Siria, que está siendo martirizado, y a una ciudad, Homs, que sufre desde hace cinco meses el sitio de los tanques del Ejército del dictador Bachar el Asad, y el acoso de los francotiradores. No hay guerra allí: hay civiles que están siendo castigados para que nadie levante cabeza ni reclame libertad ni democracia. Homs: ciudad-símbolo.

Como es de esperar en estos casos, el régimen no permite la entrada de periodistas extranjeros; y a los informadores locales que, heroicamente, se organizan para mandar noticias desde dentro, les dispara. Pero una mujer, Mónica G. Prieto, una periodista y reportera de raza, ha burlado el sitio, ayudada por los insurgentes -no ha sido por una cabezonada de joven embravecida: con profesional lentitud preparó todo el asunto-, y ha permanecido allí, viendo con sus propios ojos, grabando con su propia cámara. Por fin, aprovechando la llegada de los observadores de la Liga Árabe, ha podido salir tal como entró, clandestinamente, y ha regresado a su hogar de Beirut. Y, sobre todo, ha podido contar ya sin que peligre su vida.

Desde ayer sus reportajes y sus crónicas, con fotografías y vídeos, se publican en www.periodismohumano.com, y en www.cuartopoder.es: devoradlos. No solo porque Mónica se jugó la vida para dar voz a la verdad, sino porque esa verdad refleja un dolor frente al que no podemos permanecer indiferentes solo porque un dictador sanguinario ha decidido amordazar a los medios de comunicación.

Nuestra humanidad está en juego a finales de este año aciago, y frente a las aciagas perspectivas del próximo. Pero el conocimiento siempre nos ayudará a mantener la indignación y la dignidad.

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