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Maurizio Montalbini

El espeleólogo italiano que ha batido el récord de permanencia bajo tierra

Juan Arias

Hoy es un campeón mundial. Nadie como Maurizio Montalbini, un sociólogo y espeleólogo italiano de 33 años, había vivido tanto tiempo seguido, aislado del mundo, en el vientre de la tierra. Entró en la gran Grota del Vento en Genga el 14 de diciembre pasado, a 182 metros de profundidad. Después de 210 días ha salido a la luz. Desde hace 15 años, el récord lo poseía el francés Michel Siffre, considerado el padre de la espeleología mundial, tras haber permanecido enterrado en una gruta durante 203 días.

El ya ex campeón Siffe ha confirmado, tras haber abrazado antes que nadie, dentro de la gruta, al nuevo plusmarquista italiano, que él lo había hecho en condiciones enormemente más fáciles. Incluso reconoció: "Yo una proeza así hubiese sido incapaz de hacerla". Maurizio Montalbini, sin embargo, manifestó en su primera entrevista con el grupo de médicos y periodistas que bajaron hasta su escondite: "A mí no me interesa el récord conseguido. Fue sólo un desafío a mi fuerza de voluntad. Había probado la misma experiencia hace años, y a la semana tuve que abandonar la empresa. Entonces me dije que con la voluntad se puede obtener todo. Hoy lo he hecho y me siento feliz sólo por ello".Maurizio ha vivido los siete meses comunicando sólo a través de un sistema de morse con los médicos que lo controlaban, encerrado en una especie de cueva de cuatro metros cuadrados. Sobrevivió a base de píldoras, café y té liofilizados y algunas latas de conservas: Consiguió fabricar una especie de alcohol de la piña enlatada. No sabía cuándo era de día ni de noche, ya que vivió en la oscuridad total, iluminada sólo por una pequeña lámpara. Y su oído se agudizó tanto en el silencio que dice que consiguió distinguir perfectamente el ruido de 18 gotas distintas de agua que golpeaban el suelo a intervalos diferentes como si fuesen un instrumento musical.

Durante su enclaustramiento ha escrito mucho, y ahora sus cuadernos de apuntes se los rifan ya las casas editoriales. Cuando le preguntaron, aún dentro del vientre de la tierra que lo protegió maternalmente los siete meses a 14 grados de temperatura con un grado de humedad superior al 90%, qué es lo que más deseaba, respondió sin dudar: "El sol". Y como típico italiano, añadió: "Y un buen plato de espaguetis". Alguien le preguntó: "¿Quién eres ahora?". El espeleólogo, con las pupilas aún como panes, y su larga barba negra, respondió: "Yo soy yo, pero vosotros sois para mí en este momento sólo como un fajo misterioso de colores entrados en mi mundo". Asegura que lo que le ayudó a sobrevivir en aquella eterna soledad fue la meditación, el sueño, la escritura, la compañía de las 18 gotas de agua y la ironía: "Me reía muchísimo de mí mismo, y de tantas cosas...". Sólo un día tuvo un momento de crisis y vio fantasmas. En otra ocasión le agarrotó el pánico porque se le había paralizado una pierna. Por miedo a tener que abandonar su aventura lo escondió a los médicos.

Ahora, si acaso, su problema será adaptarse otra vez a la realidad del ruido y del movimiento, porque afirma que se había hecho amigo "de la soledad, de la ausencia del tiempo y de la oscuridad". Aunque quizá lo que lo ha salvado dentro de la tierra y lo salvará fuera ha sido la profunda meditación desarrollada durante los 210 días, que le han hecho ver que "la soledad puede ser una estupenda compañera si en vez de temerla u odiarla se la llega a amar".

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