Justicia poética

Me cuentan que la famosa niña de Rajoy no quiere ir al colegio porque los niños se meten con su papá. Los pequeños Acebes, los minúsculos Zaplanas, los traviesos Losantos, los fúnebres Rouco, los Mayores Oreja, las pérfidas Aguirres y el súrsum corda están aplicando a su padre la picana que él aplicó minuciosamente a Rodríguez Zapatero durante la pasada legislatura. Si Dios no lo remedia (y parece que no, porque Dios depende de la cuenta de resultados de la Cope) de un momento a otro dirán de su progenitor que es un inconsistente, un tonto, un inútil, un bobo, un incapaz, un acomplejado, un cobarde, un prepotente, un mentiroso, un inestable, un desleal, un perezoso, un pardillo, un irresponsable, un revanchista, un débil, un arcángel, un sectario, un radical, un chisgarabís, un maniobrero, un indecente, un loco, un hooligan, un propagandista, un visionario, un chapucero, un excéntrico, un disimulador, un estafador, un agitador, un fracasado, un triturador constitucional, un malabarista, un mendigo de treguas, un traidor a los muertos...
De aquí a nada, Rajoy podría ser acusado de colaborar con ETA, de borrar a España del mapa, de acabar con el Estado de derecho. Dirán de él que no tiene programa, que no tiene proyecto, que no tiene ideas, que no tiene agallas, que no tiene pilila. Le acusarán de adolecer de una inanidad intelectual insoportable. Cada día de su vida, tras levantarse de la cama, frente al oscuro cola cao, la niña de Rajoy escuchará el crujir de los huesos de don Mariano en el potro de tortura radiofónico. La niña de Rajoy, pese a su juventud, sueña ya con ser adoptada.
En la cama, le gusta imaginar que en realidad es hija de Zapatero, o de Llamazares, o de Montilla, o de Carod Rovira, o de Ibarretxe, que es hija de cualquiera menos de ese individuo de mirada huidiza a quien llama papá.
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