Justos por...

Unos días antes de que los directivos de las cajas torcieran el gesto ante la idea de que se publicaran sus sueldos, la Revista de Libros, financiada por la Fundación de Caja Madrid, anunciaba su cierre. La Revista de Libros era una publicación austera y prestigiosa: las firmas invitadas cobraban honorarios simbólicos. No sé de cuánto dinero deberían prescindir el presidente y el consejero delegado de Bankia para sostener de manera filantrópica dicha revista, pero, dadas las cantidades anuales que reciben, estoy convencida de que el aporte no les descabalgaría el presupuesto.
Una pequeña revista no parece cosa importante ante la precaria situación que se está viviendo en muchos hogares, tampoco ante los recortes de los sueldos de los funcionarios, ni ante, por ejemplo, esa cruel medida del Gobierno de Aguirre de luchar contra el absentismo laboral penalizando a todos los trabajadores que precisen una baja por enfermedad. Una revista casi no es nada. Tampoco parece serlo una radiotelevisión pública a la que se pone contra las cuerdas y a la que se obliga, con un brutal recorte, a medio cerrar.
La cultura, en casos de crisis extrema, parece no ser necesaria. Es en tiempos como este cuando de manera interesada se potencia el resentimiento social contra los que se supone que son unos privilegiados: los trabajadores de la cultura y de la información, que viene a ser lo mismo. Cierto es que en las décadas pasadas se cultivó una cultura de escaparate, basada en lo ostentoso e insostenible económicamente. Pero de la misma forma que es inaceptable que el pobre haya de pagar por el pecado de los financieros, también lo es que en la cultura paguen justos por pecadores. No olvidemos que los responsables de esa cultura del derroche eran políticos. En todas las ciudades dejaron pruebas de sus aires de grandeza.
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