_
_
_
_
_
GENTE

Kashogui,

el magnate árabe dueño del Nabila, el yate con las letras grabadas en oro, tan esperado, fue el gran ausente. Se trataba de la presentación del Falcon Club en España, una sociedad internacional dedicada a asesorar a los jeques árabes en sus inversiones. El halcón imperial ciertamente ondeaba luminoso sobre el escenario de Puente Romano, donde actuaron Macama Jonda y más tarde Gloria Gaynord, interrumpidos por una rubia striptista de malla negra y cuerpo de acero laminado. Los miembros del Falcon Club cuentan con una fortuna personal que supera los mil millones de dólares. Y la fecha elegida para el gran acontecimiento financiero, al finalizar el Ramadán, presagiaba que kilos de rubíes y diamantes inundarían cuellos y muñecas. Parte de la jet-set había mostrado remilgos a mezclarse con árabes. Pero según se acercaba la hora y se empezaba a saber que conocidos nombres de la aristocracia podían quedarse sin invitación, surgieron presiones para obtener el tarjetón con la efigie del halcón. La Prensa también se movía como una colección de búhos inquietos por la recepción buscando príncipes y jeques. Los Mercedes y los Rolls hacían su aparición a fogonazos suaves, pero los que descendían de los coches, aunque árabes, no eran príncipes. Había, eso sí, rostros conocidos: Alfonso de Hohenlobe, Jaime de Mora, Gunila Bismark, Carmen Martínez-Bordiú con su amante Rossi e Isabel Preysler. El consejero de Turismo de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Castillo, ostentaba la representación oficial. Había en todo caso una aburrida fraternidad árabe y europea, una promiscuidad de seda y pedrería compartiendo manteles. Del Falcon Club apenas se habló, porque los negocios pueden esperar a la luz del día.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_