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Columna
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Locura

Manuel Vicent

Es inenarrable la cantidad de cosas que se ha puesto la gente en la cabeza desde el inicio de la historia. El rito de la coronación comenzó hace un millón de años. Probablemente alguna hembra primate, apenas aprendió a caminar a dos patas en el valle del Ritt, en Kenia, se colocó una piña tropical en alto del cráneo como Carmen Miranda, empezó a mover las caderas y se sintió feliz, mientras su pareja, que era el macho más bragado de la tribu, se coronó a sí mismo con cuernos de búfalo o de venado para significar su poder, un vestigio que todavía está presente en la mitra de Benedicto XVI. Algo muy extraño debe de esconder el cerebro cuando existe el instinto de cubrirlo o de prolongarlo con toda clase de prendas y cachivaches, cada uno con un significado: el velo, la mantilla, la gorra de plato, el solideo, el kipá, la tiara, la toca, el sombrero borsalino de Al Capone, el casco, el gorro de cocinero, el bonete, el turbante, la corona imperial o la boina capona. Los artesonados de oro y las cúpulas llenas de ángeles que rematan el trono del rey son también una superestructura de su cerebro. Las mujeres de raza negra realizan una obra de arte con la tapa de los sesos. Trenzan sobre ella lazos con telas de colores, a los que añaden frutas, flores y pájaros que trasmiten una sensación de imaginación y libertad, pese a que viven sojuzgadas. Soy partidario de que cada uno lleve en la cabeza lo que le dé la gana, incluso un pollo frito si lo prefiere, siempre que no moleste a nadie. En la cultura anglosajona, donde la libertad es la única diosa, los sentimientos estéticos o religiosos se los guarda uno para casa. Por supuesto entre un burka y la piña tropical de Carmen Miranda prefiero la piña, pero aun a riesgo de parecer un frívolo, debo confesar que el burka, aparte del rechazo por la repugnante esclavitud que supone para la mujer, me produce mucho vértigo porque uno nunca sabe con la sorpresa que podría encontrarse dentro de ese catafalco humano, tal vez con una hurí o con un terrorista armado o con la señora de toda la vida o con un vecino bigotón que te esperaba tras la rejilla. Velo musulmán o pamela de gran dama en la carrera de caballos en Ascot, cualquier clase de gorro parte del primate con la misma locura.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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