Malos y violentos

Aburre escuchar lo malos que son los del 15-M: ah, mira lo violentos que se están volviendo, dicen los biempensantes con regodeo. Y luego añaden la cantinela habitual: "Los indignados no tienen propuestas, no saben lo que quieren". Faltaría más que un movimiento espontáneo, juvenil y de amplísimo espectro tuviera de repente las soluciones que no supieron encontrar los profesionales.
El enorme e irreversible acierto del 15-M ha sido señalar lo que está mal en el sistema, lo que la sociedad ya no quiere seguir aguantando, y ahora tendrán que gestionar ese agujero los políticos. Y gestionarlo con tiento, porque la protesta no acabó.
Pero hablemos de la violencia. Cuando se levantó la acampada de Sol, dos o tres centenares de camorristas cortaron la Gran Vía. ¡Pero qué pocos! Muchos sábados hay más vándalos enfrentándose a la policía por los barrios de copas. Una acampada tan multitudinaria como la de Sol se había retirado sin conflictos, con apenas unos pocos alborotadores residuales, y en vez de celebrar eso, sacamos a los belicosos en primera página y los consideramos los representantes del 15-M.
"Aquí a los gamberros los llamamos gudaris", decía una antigua canción de Bernardo Atxaga: sí, darles protagonismo aviva a los violentos, que ya habían empezado a infiltrarse por la imprudente tardanza del 15-M en replegarse.
¿Los sucesos de Barcelona? Lamentables, pero me recuerdan otros actos intolerantes e intolerables cometidos anteriormente en esa ciudad, como pegar a los políticos no nacionalistas o impedir hablar a Savater. O sea: claro que en España hay energúmenos, pero la inmensa mayoría del 15-M no tiene nada que ver con eso, por más que algunos parezcan querer engordar su agresividad incluso con falsas imágenes tomadas en Grecia, como ha hecho, alucinantemente, Telemadrid.
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