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Columna
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Medellín

Manuel Rivas

Aquí, en la Nororiental de Medellín, la media de espacio disponible es menor de dos metros cuadrados por persona. Más o menos, el tamaño de una sepultura. El poblado de Moravia es uno de esos lugares que podrían representar a la perfección el grotesco fracaso de la humanidad. Está levantado sobre un gran basurero en forma de loma. Los ranchitos y cambuches (chabolas) no bordean sino que cubren y amantan la gigantesca costra. Visto de otra forma, cada hueco es una oportunidad. En el periódico El Tiempo, editado en Bogotá, publican hoy en primera página una foto del presidente del Banco Mundial que, al descalzarse en una visita a Turquía, muestra un agujero en el calcetín. Pues bien, calculo a ojo que en el agujero de ese calcetín marca neo-con cabría un cambuche de Medellín. Seguimos. Entre los poblados de Francia y Andalucía hay una quebrada donde gobernaba el dios romano Terminus, el de las fronteras que había que adorar con sangre. Tal era la rivalidad, que quien iba de Francia a Andalucía no volvía. Se puede ver la realidad muy bien porque hay que ir muy despacio. Todo es tan empinado que el subir y el bajar es ajeno a la vieja ley de la gravedad. La vida transcurre al borde del abismo, y quizás por eso a los reductores de velocidad les llaman "policías acostados". El moverse de las personas y los vehículos parece regirse por una extraña ley de la voluntad. En una esquina surge la anomalía de un parque infantil con el osado rótulo de Parque de la Imaginación, todavía recordado como el Botadero de los Muertos. Hasta hace nada, esa era su función. El depósito de los cadáveres tras las balaceras. Aquí, en la Nororiental, reclutaban los capos de distinto pelaje mano de obra barata para el crimen. En la "ciudad desahuciada" ganó hace tres años la alcaldía un profesor de matemáticas, Sergio Fajardo, con una alternativa llamada Compromiso Ciudadano. Estableció una ecuación vital que relacionaba la esperanza con los metros de espacio comunitario de educación y salud. No voy a contarles un cuento. Sólo dar una noticia escandalosa: Medellín renace al lema de Una ciudad para leer y en los barrios de la muerte se están abriendo los mejores colegios y parques-biblioteca de América. En la Nororiental lleva el nombre de España. Chévere.

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