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Columna
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El Monstruo

Falta una Canción de Navidad escrita por un Charles Dickens de hoy. Si juntáramos blogs y artículos y facebookeos y los imprimiéramos, acumularíamos toneladas de papel acerca del tema, pero lo que de verdad necesitamos es un estilete literario y popular para mostrarle al señor Moody's los Tres Fantasmas que, por estas fechas, deberían conmover su alma.

Primer inconveniente: Moody's no es un caballero. Ni un prestamista. Ni un negociante. Ni un acreedor. Ni un ricachón. Ni un chupasangres. Observación: las frases que acabo de escribir podrían conducir a engaño, deduciendo de ellas quienes me leen que Moody's no es todo eso que he mencionado. Es eso, y más. Pero no es -palabra clave de la frase, el artículo que parece indefinido y que define mucho- "un". Es decir, no existe un señor Moody's a quien restregarle por la cara su infecto proceder. Son muchos, son corporaciones, son nebulosas de despachos, de ordenadores, de comportamientos infumables.

Moody's es una agencia calificadora supuestamente al servicio de los inversores y, no menos supuestamente, inversora ella misma (quien quiera que sean quienes participen en el asunto). Su vozarrón agorero señala qué países están a punto de caer (con lo que indica a quienes se forran en dónde y qué pueden comprar barato) y qué países se salvan (ídem de ídem en dónde y qué pueden vender para su beneficio). Nada avisó, en su día, de las hipotecas subprime. Recordémoslo cada vez que abra la boca.

Recordemos que el Monstruo de nuestra Navidad es, pues, el No Señor Moody's. Ah, con qué ansia espero la Canción de Navidad capaz de ponerle los pelos de punta a la Corporación, y de conseguir que le crezca un corazón, o bien de convencerla para que se arroje al Támesis con todas las de su calaña.

Mientras eso ocurre, hagan ustedes lo imposible para ser felices.

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