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Columna
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Negro 'Ron'

Manuel Vicent

La perra Linda murió este verano y está enterrada bajo un limonero cerca del mar. Su compañero de toda la vida, el negro Ron, no ha podido resistir su ausencia. Le bastaron dos meses de separación para que una mañana apareciera con todo el pelo blanco y acaba de morir de melancolía en la ciudad, lejos de su amiga. En medio de las tensiones políticas y de la tormenta económica por la que está atravesando ahora nuestro país, puede que estos pequeños dramas privados no interesen a nadie y parezcan ridículos, pero frente a cualquier problema universal, cada día da siete vuelcos el corazón por sentimientos que forman el tejido de nuestra vida. Esta pareja de perros, la hermosa rubia y el bello negro, dos cockers americanos, llegaron juntos a casa hace 14 años y durante este tiempo la llenaron de ladridos y cada uno a su manera ejerció sus gracias, de modo que uno pudiera amarlos con un amor sin culpa. El negro Ron tenía un fuego en las cuatro patas, uno en el rabo y otro en la frente, una peculiaridad muy rara de belleza canina, según los entendidos. Pese a su depurada raza, hijo de campeones, el negro Ron estaba especializado en robar de las manos las galletas a los niños y el pan de la mesa, solo por afirmar su personalidad. Había que ver a su lado al chucho Toby, rescatado en la calle, recién salido de la alcantarilla cuyo aliento olía a azufre. Este plebeyo exigía el mejor almohadón y era el que más reparos ponía ante el plato de comida. El aristócrata Ron soportaba cualquiera de los caprichos de Toby hasta el momento en que se hartaba y mientras los dos se peleaban, a la rubia Linda le bastaba con admirarse ante el espejo de sí misma. Confieso que he aprendido más de los perros, que han pasado por mi vida, que de las lecturas de Horacio y de Schopenhauer. Ahora mismo en casa suena Schubert y ya no se oye entre la melodía de Rosamunda ningún ladrido de perro, pero su silencio será siempre una parte de la música. Más allá de cualquier tragedia que suceda en el planeta, deberé cumplir un designio: llevar las cenizas del negro Ron, el perro que tenía ojos de Louis Armstrong, el que robaba la merienda a los niños, para enterrarlas junto a las de su compañera Linda bajo el mismo limonero cerca del mar.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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