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Columna
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Neo-Galicia

Manuel Rivas

Varios medios de comunicación conservadores se disputan con ardor el trofeo político de Galicia. Exhiben sus méritos y musculatura en primera plana como mariscales jactanciosos. Soy periodista y me conmueve tanta autoestima del papel. Pero algo habrá hecho, algo habrá puesto de su parte, digo yo, el vencedor Partido Popular. Incluso los derrotados del Gobierno saliente han echado una mano o dos. La campaña electoral gallega, como calidad de campaña, sólo sirve para dos cosas: para olvidar y para recordar para siempre. Para comenzar, ese sorprendente contraste. Campaña de terciopelo en el rudo paisaje político vasco. Campaña gore, impaciencia de motosierra, en la bucólica Galicia. No hubo debates entre los candidatos. La oposición se negó a comparecer, en un episodio asombroso en la democracia con televisor. Y es que ya estaba la metáfora del Audi rodando por portadas y discursos. En el coche blindado iba Touriño, pero quien manejaba el GPS era Feij009. Ese vehículo debería ocupar un lugar central en la Ciudad de la Cultura, la obra faraónica de Fraga que acabó en el debe de la izquierda incauta. Una instalación artística que podría completarse con el yate del empresario al que acudió el demonio Quintana a pescar espinas. El aquelarre marinero fue en 2005, pero la foto se vendió ahora como pescado fresco. No se habló de la naturaleza real de la crisis, ni de la verdadera corrupción, ni siquiera del futuro. Esos fueron los "encuadres" principales: un coche oficial y un yate privado. Y un berlusconiano mensaje sonoro de fondo: "¡Maricón!". La política neo-con está periclitada en el mundo, pero no sus técnicas de difamación y "propaganda gris". El fantasma de Karl Rove, el consultor de Bush que hundió a McCain en 2004 con el cuento de un hijo ilegítimo, ha pasado por Galicia. Con éxito. Me temo que ha venido para establecerse en España. Como decía el Hermano Lobo, el que avisa no es traidor.

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