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"Picasso pintó el «Guernica al dictado"

José María Ucelay, el que fuera director general de Bellas Artes del Gobierno vasco durante la guerra civil, ha sido testigo excepcional del proceso de gestación del Guernica, la famosa obra de Picasso, por la que actualmente se disputan su ubicación cuatro ciudades españolas: Barcelona, Madrid, Málaga y Guernica. Y aquí, en una de las montañas que rodean la villa vasca, concretamente en el término de Busturia, es donde José María Ucelay reposa tranquilamente sus años de vejez, pintando algunas veces y recordando otras.

Son precisamente esos recuerdos los que constituyen el origen de la fobia que este viejo peneuvista siente por el famoso pintor malagueño. «Fíjese bien, si yo le digo ahora mismo que este cuadro», dice mientras muestra una fotografla del Guernica, «se titula, por ejemplo, Sodoma y Gomorra y usted no supiera de qué obra se trata, ¿verdad que no le resultaría incoherente?Para Ucelay, el Guernica no es otra cosa que una interpretación casi literal de Picasso de las palabras que empleó Juan Larrea, su protector y amigo, al explicarle lo que había sido el bombardeo de la villa vasca, el 26 de abril de 1937. Para el ex director general de Bellas Artes, amigo de Juan Larrea y de Picasso en sus tiempos de exilio en París, los enigmas del Guernica que tanto han obsesionado a los intelectuales tienen una explicación casi grotesca, de puro simple.

Después del rechazo del pintor Paul Klee, Larrea estaba convencido de que esta obra tenía que ser creada por su protegido Pablo Picasso. Así es que en la tarde del 26 de abril de 1937, «cuando nos enteramos de la noticia del bombardeo, justo,en la estación de Metro Champs Elisées», revive Ucelay con una memoria casi fotográfica, «Juan Larrea abandonó precipitadamente la estación y subió a todo correr en un taxi. Todos los que minutos antes habíamos estado con él sabíamos a dónde se dirigía. Larrea había encontrado, por fin, el motivo de la gran obra surrealista que durante tanto tiempo había soñado».

Según la versión de Ucelay, Picasso quedó encantado con la idea, «porque a Pablo lo que más le hacía gozar de la vida era pintar y andar con mujeres» y, a cambio de disponer de un estudio amplio donde instalarse, aceptó el encargo. Una de las partes más curiosas del relato del viejo pintor vasco es la que cuenta a continuación: «Picasso, que era un inculto, no tenía ni idea de la motivación política del Guernica ni tampoco sobre cuáles podrían ser los efectos de un bombardeo; así es que Larrea utilizó el siguiente ejemplo: tú imagínate a un toro, en medio de una plaza, al que han estado hiriendo sin piedad. El dolor del toro es tan intenso que logra escapar del ruedo y entra, furioso, en una tienda de porcelanas, donde hay delicadas figuras de todo tipo, personas, animales... El toro se desahoga en el interior de la tienda. Cuando se haya marchado ¿te imaginas cómo habrá quedado la tienda? Pues así, más o menos, está ahora la villa de Guernica».

Y, siguiendo con su relato, Picasso no hizo más que reflejar en el lienzo de siete metros de longitud que sirve de marco a la obra, lo que él se imaginó en base a la explicación de su amigo. La luz artificial, las ventanas, el escaparate, las personas, el caballo, incluso el toro... todo está ahí, «para desesperación de los intelectuales que han interpretado estas supuestas incoherencias de forma asombrosa», dice Ucelay, con risa maliciosa.

También asegura que Picasso no recibió ningún pago por la obra -siempre despreció el dinero-. «Nosotros estábamos convencidos», señala Ucelay, «que nadie mejor que un vasco podría interpretar el desastre de Guernica. Así es que la misma tarde en que Larrea le comunicó sus planes a Picasso, yo llamé a Arteta a su exilio de Biarritz, para encargarle la obra, pero él me contestó una carta varios días después diciéndome que tenía que marchar urgentemente a México con su familia y le era del todo imposible pintar el mural. Después de esto pensé en mí mismo como posible autor del Guernica, pues si yo había pintado los diecisiete metros del mural El Puerto de Bermeo, también podría hacer los siete del Guernica. Lo que ocurre es que no me parecía honesto desde mi cargo en el Gobierno vasco autoadjudicarme la obra, por lo que decidí dimitir como director general de Bellas Artes, para empezar a pintar».

«Sin embargo», prosigue, «en la reunión donde se iba a tratar este tema se abordó previamente una cuestión económica, a resolver entre el consejero de finanzas del Gobierno vasco Heliodoro de la Torre, y el presidente del Gobierno, Juan Negrín. La operación financiera quedó resuelta a favor del consejero De la Torre, pero Negrín pidió a cambio que el Guernica equivaliese en prestigio político a una victoria republicana en el frente de batalla"», y, según relata Ucelay, «Juan Larrea ya había convencido al presidente Negrín de que nadie mejor para ello, que Pablo Picasso».«Alrededor de mes y medio después de aquella reunión, el Guernica se exhibía por vez primera en el pabellón vasco de París», concluye, «al comentar José Antonio de Aguirre, presidente del Gobierno vasco en el exilio, que los dedos de la mujer pintada en la parte superior derecha del cuadro eran muy raros", Picasso se acercó a mí, y riéndose dijo: "No son dedos. Son falos"».

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