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Antonio Piga

De embalsamador de Franco a directivo de la OMS

Su iniciación en lo que él llama la medicina social surgió como un salto necesario desde su especialidad de medicina legal. "Pronto se da uno cuenta de que el contexto social tiene un papel fundamental y que en lo que ha sucedido poco cabe hacer, pero se puede hacer mucho por prevenir estos casos".Amplió sus miras y su historial profesional hasta caer en la cuenta de que "para resolver muchos de los problemas de salud de cada país es necesaria la cooperación internacional y que hay que ayudar a los países en desarrollo a que resuelvan sus problemas, porque si no se aumentan las desigualdades y no habrá paz, que es esencial por justicia y para preservar la salud".

Como buen funcionario internacional, lleva cosida a la piel la moderación verbal. Estima que la "Organización Mundial de la Salud, por tratar sobre problemas sociales y técnicos, está políticamente mucho menos condicionada que otras agencias internacionales". No le extraña que Estados Unidos enviase a todo un subsecretario de Salud a la conferencia para interesarse por los problemas de salud en dos países políticamente enemigos: Nicaragua y Panamá.

La experiencia le ha inoculado un concepto amplio de salud. Antes de visitar Angola empolló toda la patología tropical. Una vez allí, "creyendo saber la respuesta", preguntó cuál era la peor enfermedad local. Le citaron una que no recogía su manual: el hambre. A través de los 120 millones de pesetas que reparte cada año su departamento en becas, en un 85% destinadas a países en vías de desarrollo, intenta hacer realidad el programa de Salud para todos en el año 2000 de la Organización Mundial de la Salud.

Su labor no ha sido siempre la salud de todos. En la fría madrugada del 20 de noviembre tuvo un único cliente como parte del equipo que, dirigido por su padre, Bonifacio Piga, catedrático de medicina legal, embalsamó a Franco. "Toda mi vida había sido el jefe del Estado, y verlo cadáver me impresionó". Por añadidura, era el primer embalsamado que iba a exponer. El equipo embalsamador, recuerda, tras despistar a la Prensa en La Paz, para no salir lúgubremente retratado con sus maletones negros, estuvo perdido dos horas en el hospital.

Quienes encargaron el trabajo no exigieron que pudiese ser apreciado por la posteridad, como en los casos de Lenin, Stalin o Eva Perón. "Nos indicaron que la exposición sería de menos de una semana y que no era preciso conservarlo mucho tiempo. Los casos de Eva Perón y Stalin son técnicas que llevan mucho tiempo, y a nosotros nos dijeron que si a la mañana siguiente podía estar embalsamado, mucho mejor. Empezamos a la una de la madrugada, y a las seis ya estaba acabado". El formol y el arte de este equipo brindó a Franco la última victoria sobre el reloj.

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