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Entrevista:CAFÉ CON... | MAZALTOV BEHAR MORDOH

"Pedí a los médicos nazis que no me estropearan todo"

José Andrés Rojo

"Tengo un nieto", dice y levanta el dedo índice. "Un nieto y un hijo". Pero pudo no haberlos tenido. Cuando llegó al campo de concentración de Auschwitz, Mazaltov Behar Mordoh fue elegida dentro de un grupo de 18 muchachas para hacer de conejillo de indias de los nazis. Tenía 17 años. "Me colocaron una madera aquí en el estómago, muy ancha y consistente, como una caja, y luego aplicaron la radiación. Tuvieron que pasarse porque me destrozaron también el riñón".

Fue elegida en Auschwitz para experimentar con su cuerpo

Lleva en su brazo grabado el número de prisionera 41.577. Nació en Salónica en 1925. Su infancia fue muy feliz. "Mi padre era comerciante y vivíamos muy bien", cuenta. La trataban como una princesa, sus ojos brillan ahora cuando se acuerda. Behar viene de Béjar, y es que la familia lejana de Mazaltov fue una de las muchas que salieron de España cuando los Reyes Católicos expulsaron a los judíos. Aprendió ladino cuando niña y en su español de ahora resuenan los ecos de su vieja lengua.

"Luego vino la guerra y nos destruyó a todos", dice Mazaltov Behar, una de las víctimas llegadas a Oviedo para dar su testimonio en la entrega del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia que recibirá Yad Vashem, el Museo de la Memoria del Holocausto de Jerusalén. Pronto, en la misma Grecia, se separó de sus padres y ni siquiera hizo el viaje a Polonia con ellos. "Duró una semana, fuimos en tren, hacinados como ganado, sin sitio siquiera para hacer nuestras necesidades". De vez en cuando parece que la abruman tantos recuerdos y calla un instante, como si no hubiera tiempo suficiente para detenerse en los detalles. "Al llegar nos separaron". Al grupo de niñas, a las que eligieron para hacer experimentos -"las más altas, las más guapas"- las instalaron en el bloque 10. "Nada más salir de la primera sesión empecé a vomitar y a vomitar".

La idea era cargarse sus ovarios. "El doctor Glauber se ocupaba de las casadas y el doctor Horst Schumann de las que éramos vírgenes. Hubo primero una sesión de radiaciones y después otra. Luego nos operaban para ver cómo había ido la cosa. Pero Schumann tenía mucho trabajo y encargó a un médico judío de 80 años que se ocupara de mí. Yo pedí que no me estropearan todo, que quería tener hijos. La enfermera Fela, que tanto me quiso, me ayudó. '¿Estás pidiendo que me maten, Fela?', le preguntó el médico cuando ésta le dijo que me salvara el ovario bueno. Me quitó lo que tenía podrido y dejó lo que estaba bien. Luego lo mataron. No lo he olvidado. Mi hijo se llama Samuel, por él, y David, por mi hermano, que murió en Auschwitz, como mis padres".

Cuando los alemanes abandonaron el campo de concentración, Mazaltov estaba muy enferma. Tuberculosis. "Ya ni me traían agua para que me lavara". La ayudaron a salir. Caminaron una semana por la nieve de la Alta Silesia hasta llegar a Schwering. El que se detenía, quedaba ahí. "¿Sabe qué pedí cuando un ruso me invitó a elegir lo que quisiera para comer? Una cebolla".

La paz iba consolidándose. A la muchacha la llevaron primero a Bruselas y de ahí a Atenas. Allí conoció al que iba a ser su marido. Tuvieron un hijo. Pasaron ocho años en Brasil, regresaron a Grecia, luego se instalaron en Lloret de Mar. Es la historia 41.577.

Mazaltov Behar muestra el número grabado por los nazis.
Mazaltov Behar muestra el número grabado por los nazis.PACO PAREDES

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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