Pido respeto
A los mercantiles, los inversores, los asesores, los seleccionadores, los especuladores, los listillos, los invasores: pido respeto. Que se pongan de acuerdo, si comprar España a precio de saldo es lo que quieren, decidamos la España que se van a llevar. Podríamos encontrar una salida.
Les ofrezco, y sé que me acompañaría bastante gente en la empresa, una España en la que Belén Esteban firma sartenes a una multitud de abducidas que hacen cola como si no hubiera un mañana. Les propongo la España que arroja cabras por los campanarios y martiriza a toros, torillos y toretes, vacas y vaquillas: en fin, a la familia entera. Les entrego por un euro simbólico la España en la que uno de los subproductos de la familia Franco alimenta la sordera y la insensibilidad del país, vestida de alcachofa rubia; la España en la que todo da igual y cada cosa se vende a cada rato, la España sin luz y sin memoria. Por inmolarles -con tal de que nos dejen en paz con sus mercadeos, sus mentiras-, me placería, nos placería poner a sus pies incluso la España en la que los dos políticos más importantes se han reunido representando al Gobierno y al principal partido de la oposición, escenificando, en lugar de la resurrección, un estreñido oratorio solista dúplice -desafectos, desinfectados, esmirriados- que no puede consolar ni entusiasmar a los ciudadanos. Vestidos de azul enterrador los dos, para mayor ofensa. Esa España no es que os la venda. Es que os la doy. Os la damos. La merecéis. Lleváosla con vosotros, para que adorne vuestras mezquinas vidas de brokers que os sentís orgullosos porque manejáis la desesperanza.
Dejadnos la otra España. Pequeña, profunda y digna. Trabajadora. La España que aún relee a Miguel Hernández y que sólo aspira a salir adelante mediante el entendimiento y el trabajo. Es pequeña. Por eso no la necesitáis. Respetadla. Pido, pedimos respeto.
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