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Columna
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Pobres ricos

Un par de interesantes informaciones facilitadas por este periódico me partieron definitivamente el corazón. Hay días así, en que una sale de la ducha, se enchufa al noticiario digital y le desciende la presión sanguínea.

Una de las noticias consistía en la entrevista realizada en la sección de Economía al libio Abdalla Salem El-Badri, secretario general de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), quien se quejaba amargamente de que se le esté echando la culpa a los dichos Estados del incremento de los precios, con los que juegan como quieren a fuerza de controlar la salida cotidiana de los barriles. No es cierto que se estén forrando, créanme. El hombre -qué duro trabajo el suyo, en un puesto tan mal remunerado y todo el día reunido- afirmaba que la culpa del subidón la tienen los especuladores que, desmadradamente, han abandonado el ladrillo por el barril, y asimismo aseguraba, ya puesto, que con los beneficios del más que oro negro, los países productores -pienso, sobre todo, en los filántropos del Golfo- compraban cositas para ellos, con lo cual los dineros regresaban a los países exportadores. La verdad es que se gastan una pasta en alcohol para cicatrizar los muñones de aquellos a quienes cortan las manos por delinquir, otra en telas para cubrir a sus mujeres, y no les digo nada de lo que invierten en mantener, en los países árabes desprovistos de petróleo, a gobiernos que les sean favorables. Por no hablar de las subvenciones a jihadistas.

La otra noticia también me destrozó. Resulta que los pobres constructores inmobiliarios a quienes el derrumbe de las hipotecas basura les ha sorprendido -y que no han sido lo bastante astutos para ponerse a especular con el petróleo, supongo-, van a quedarse sin los yates que este año tenían previsto adquirir.

Cosas como éstas sí que desmoralizan.

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