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Columna
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Rostros

Manuel Vicent

Hay rostros adultos que permiten adivinar al niño, al adolescente y al joven que llevan dentro todavía. El observador los puede imaginar uno debajo del otro, como sucede con las muñecas rusas. Con el tiempo este efecto desaparece. El niño, el adolescente y el joven, que duermen superpuestos en nuestro interior, finalmente se extinguen y durante un periodo más o menos prolongado el rostro adopta una personalidad estática sin que afloren en él las imágenes del pasado. Un día, el efecto de la muñeca rusa vuelve a funcionar, aunque en sentido contrario. En el rostro del adulto comienza a vislumbrarse el viejo que ya lleva en su interior, de modo que es posible imaginarlo con 60, 70, 80 años e incluso dentro de un féretro con las manos atadas con un rosario de cuentas. Este sortilegio no sólo es aplicable a la edad. También atañe a la moral y a la ideología. En el interior de algunas personas instaladas en las altas finanzas se puede divisar todavía el lejano perfil del crío mimado, del chaval repeinado y empollón, del licenciado por Harvard con una borla en la oreja, pero llega un momento en que este vestigio se pierde. De pronto cambia la fase y en la cara de este ser inofensivo se instala la silueta inconfundible del tiburón con tres filas de dientes en el paladar y así permanece por un tiempo hasta que esta figura atroz va tomando lentamente el diseño de un honorable caballero, de un anciano patriarca, de un benefactor de la patria. Por el lado contrario, baja empuñando el mástil de la bandera española, a modo de estaca, un reaccionario desdentado, que en su día fue un rojo muy puro, dispuesto a cambiar el mundo y que hoy arrastra los cadáveres del niño rebelde, del adolescente soñador y del joven inconformista. Nuestra muñeca rusa puede desarrollar también los momentos más bellos del pasado y todos los retos del futuro. La niña de oro, que al madurar obligaba a los hombres a volver la cabeza será una abuela feliz rodeada de nietos; el niño desnudo que pescaba cangrejos en la cala se convertirá en un joven atlético y en un viejo soleado mañana. Dentro está todo, el cobarde que un día mató un león con las manos, el perdedor nato que hizo saltar la banca y el aventurero que nunca salió de casa.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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