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Eugenio Santos

Premio Severo Ochoa de investigación, el joven científico de 32 años es uno de los 'cerebros' españoles fugados a Estados Unidos

Milagros Pérez Oliva

Eugenio Santos es, seguramente, el prototipo de ese grupo de jóvenes científicos que han colocado a España, aunque haya sido desde laboratorios norteamericanos, en el octavo lugar del mundo en investigación biomédica, cuando por su potencia industrial ocupa el puesto 12º y por su nivel de investigación científica el 24º. Surgido de las aulas de la universidad salmantina y siguiendo las huellas de su admirado profesor Severo Ochoa, Eugenio Santos ha desarrollado la mayor parte de sus investigaciones sobre oncogenes en el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos.

Eugenio Santos es ahora noticia por haber recibido el I Premio Severo Ochoa instituido por la Fundación Ferrer para la Investigación, pero su nombre salió definitivamente de los restringidos círculos científicos en 1981, cuando apenas contaba 28 años, por haber logrado aislar e identificar por primera vez un oncogén humano. El descubrimiento de los oncogenes había significado un salto de vértigo en la investigación sobre el cáncer. La identificación del primer oncogén humano permitió estudiar por primera vez sus mecanismos desencadenantes."Desde entonces se han identificado más de 30 oncogenes entre los aproximadamente 100.000 genes que posee una célula, y en algunos casos se ha podido determinar incluso el tipo de cáncer que ocasiona ese gen. Hoy podemos comenzar a hablar ya de una teoría de los oncogenes que explica los mecanismos básicos del desarrollo de un tumor", dice. Eugenio Santos es, sin embargo, sumamente cauteloso, y advierte con insistencia que estos descubrimientos se circunscriben de momento al campo de la investigación básica. "Es de esperar que tendrán una aplicación terapéutica en el futuro, pero no podemos aventurar fechas".

Eugenio Santos aparece con la sobriedad de los científicos consagrados de lleno a la investigación. La explicación de su trabajo aparece jalonada de constantes referencias al resto de investigadores españoles, y al final de la entrevista insiste en mencionarlos, uno por uno: Ángel Pellicer, Manuel Perucho, Joan Massaguer, Víctor Corces, Francisco Masferrer, Mariano Barbacid y los que, como él, proceden de la escuela salmantina, Vicente Notario, Fernando Lacal, Germán Noharro, Juan Carlos Lacal, que configuran un grupo de españoles cuya formación hay que atribuir, en gran parte, al tesón del profesor Severo Ochoa, premio Nobel en 1959, patriarca de estas jóvenes promesas en una sociedad extremadamente competitiva donde España tenía muy pocas posibilidades de sobresalir.

Eugenio Santos se formó en la cátedra de Microbiología del profesor Villanueva, en Salamanca, y realizó su tesis doctoral bajo la dirección del profesor Santandreu. Terminada la tesis, solicitó y obtuvo una beca que le llevó en 1979, siguiendo los pasos del profesor Ochoa, al Instituto Roche de Biología Molecular de Estados Unidos, para pasar en 1981 a los laboratorios del Instituto Nacional del Cáncer, donde trabajó con Mariano Barbacid. Allí sigue todavía, apasionado por una nueva y prometedora hipótesis de investigación.

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