Salsa ETA

Cuando oigo en la radio la palabra ETA cambio de dial y si en la otra emisora hablan también de ETA, cosa probable, apago automáticamente el aparato con un reflejo condicionado. Considero repugnante que el problema del terrorismo esté manoseado públicamente por unos indocumentados, que se permiten el lujo de opinar a bote pronto, con un desparpajo idiota, casi siempre visceral, de un asunto tan grave. Las tertulias de la radio y de la televisión se han convertido en la mayoría de los casos en un chapoteo frívolo donde unos profesionales de la saliva gratuita le dan un repaso rápido e improvisado a cualquier problema del universo. Saltan de los agujeros negros de las galaxias al amante de un político, de los muertos en carretera a la pastoral de un obispo, de la caída de la Bolsa a la operación de colon de una cantante famosa, llevando cualquier solución adelante como arrastran la bola los escarabajos peloteros. Se trata de una forma como otra de ganarse la vida, pero meter el terrorismo en la algarabía de las tertulias es como estar en un quirófano con el paciente abierto en canal al que unos cirujanos tratan de realizar una operación quirúrgica problemática, sin pronóstico claro, y en el quirófano entraran y salieran a su antojo celadores, enfermeras, amigos y parientes, el conductor de la ambulancia, un primo llegado del pueblo que es veterinario, el camarero de la cafetería, el cura de la extremaunción y cada uno diera su opinión del enfermo e incluso tratara de meter mano en el mondongo. Nada hay más ridículo que hablar en público de lo que uno no sabe subrayando el comentario inconsistente con el cabreo personal. A la salsa rosa hay que añadir ahora la salsa ETA, ese tomate. Precisamente por tratarse de un asunto muy grave y complicado hay que dejar el problema del terrorismo en manos de profesionales solventes y discretos. A ellos corresponde dialogar con ETA o no dialogar, detener a los terroristas, juzgarlos, apretar los dientes si se produce un atentado y continuar con el trabajo en silencio. Después de todo, vistas en perspectiva, ETA y Batasuna rompen el principio de Arquímedes: desplazan mucho más de lo que pesan, debido a que están día y noche en boca de políticos y de periodistas, que las han convertido en mercancía informativa, en un gancho electoral o en una forma de picar carne para albóndigas. Semejante tabarra llega a romper los nervios de cualquiera, pero ya somos muchos los que al oír el nombre de ETA apagamos la radio y a otra cosa.
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