Sayed

El progreso siempre avanza con pies tintos en sangre. Cada pequeña conquista de la civilidad suele haber tenido un pavoroso coste de esfuerzo y sacrificio. Las libertades que hoy disfrutamos tan inconscientemente se levantan sobre una pirámide de víctimas, héroes anónimos que nadie recuerda, pese a deberles tanto. Sólo guardamos memoria de unos pocos, como de Condorcet, el filósofo y matemático que participó en la Revolución Francesa pero que se opuso a las carnicerías y luchó apasionadamente por los derechos de la mujer. Por ambas cosas, esto es, por enfrentarse a los fanáticos, fue apresado y condenado a la guillotina en 1794, durante el Terror. Se suicidó en la celda, dos días antes de subir al patíbulo.
Probablemente dentro de dos siglos nadie se acordará de Sayed Perwiz Kambakhsh, un periodista afgano de 23 años que bajó de Internet unos artículos críticos con ciertas suras del Corán especialmente machistas. Por cierto que la Biblia también contiene páginas tremendas; el problema no son los libros sagrados, sino qué hace con ellos el poder político. Y, en este caso, el poder ha sido atroz: Sayed fue detenido por bajarse esos textos, y el 22 de enero, en una pantomima de juicio a puerta cerrada y sin abogado, le condenaron a muerte por blasfemo. Ya digo, seguramente no pasará a la Historia como Condorcet, pero el feminista Sayed también es uno de los modestos, heroicos y esenciales hacedores del futuro. Del futuro de todos, porque en este mundo cada vez más globalizado y más pequeño, en este planeta actualmente inmerso en una batalla feroz entre el progreso y la barbarie, entre la tolerancia y el fanatismo, su lucha es también la nuestra. No podemos dejar que lo ejecuten, porque no podemos permitirnos que triunfe el integrismo. (Envía una protesta en http://www.rsf.org/article.php3?id_article=25210).
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