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Entrevista:ALMUERZO CON... CHRISTIAN SCHMUTZ

"Soy un activista normal, de nueve a seis de la tarde"

El edificio de Greenpeace en Suiza está en el barrio más agradable de Zúrich, entre galerías de arte y restaurantes de diseño que atraen a publicistas y arquitectos. Christian Schmutz se presenta en el cuartel general con las ideas claras: "Iremos a un restaurante tibetano que es nuestra segunda oficina", explica este ingeniero agrónomo de 37 años. Schmutz es uno de los activistas detenidos y encarcelados por las autoridades danesas junto a Juan López de Uralde, director de Greenpeace España, durante la cumbre del clima de Copenhague, en diciembre. ¿Su crimen? Irrumpir en el palacio real de Copenhague y desplegar durante 15 segundos una pancarta que rezaba: "Los políticos hablan, los líderes actúan".

Este ingeniero agrónomo fue uno de los detenidos en la cumbre del clima

El restaurante, adornado con Budas kitsch, ofrece un menú del día. "No soy vegetariano, pero prefiero evitar la carne, salvo que sea orgánica", aclara este hombre que comenta con humor: "Lo único bueno de la prisión fue perder peso". Así que hay hambre de sobra para afrontar un arroz frito con legumbres y un pollo al curry en toda regla.

Schmutz llegó a Greenpeace gracias a unos cursos de escalada. Sus competencias fueron rápidamente valoradas para la causa y antes de darse cuenta tenía una oferta de empleo firme. Corría el año 2001.

"No somos los James Bond de la ecología", descarta riendo. "Mi trabajo como activista es normal, de nueve a seis de la tarde. Ser activista consiste en mirar los problemas del mundo y hacer algo concreto al respecto". Y, por lo visto, en cuanto a edad, no hay límites para la tarea. "Tengo un amigo activista de 78 años", comenta.

¿Están especialmente controlados? "Como miembro de Greenpeace me siento observado por las autoridades, pero no siempre", comenta. Y es que, según aclara algo incómodo: "Mi caso aún no está cerrado, y tengo que tener mucho cuidado con lo que digo".

"Teníamos los teléfonos intervenidos por la policía danesa desde tres meses antes de la acción de Copenhague", afirma Schmutz. ¿Y cómo lo sabe? "Porque pude leer las transcripciones presentadas por el fiscal de mis charlas", explica. Y aclara que la policía fue advertida de la acción una hora antes. ¿Por qué? "Para evitar que nos peguen un tiro", comenta serio. "No son tiempos fáciles para todo lo relacionado con la seguridad". Schmutz afirma: "Greenpeace es una organización no violenta, y que avisemos de nuestras acciones a las autoridades es la prueba".

Tras enterarse de que los tibetanos no dan postre, cronista e invitado deciden tomar el café en las cercanas oficinas de Greenpeace.

Más relajado en terreno familiar, Schmutz rememora la experiencia carcelaria: "En prisión me permitían juntarme un par de horas al día para charlar con Juantxo [López de Uralde]. Se desarrolló un lazo fuerte que ahora echo de menos. Pero lo bueno es que en breve nos vamos a encontrar en Madrid". Schmutz asegura: "Juantxo era el más optimista. Cada día decía: ¡hoy nos liberan!".

¿Se atrevería este intrépido activista a realizar una de sus muy mediatizadas "acciones" en Pekín? El ingeniero agrónomo observa al cronista intentando entender si la pregunta es una broma. Tras echar una ojeada a la responsable de prensa, dice: "Obviamente, no. ¡Pero es que China no es una democracia!".

Schmutz echa de menos los lazos que entabló en la cárcel.
Schmutz echa de menos los lazos que entabló en la cárcel.R. C.

Tibetasia. Zúrich

- Arroz frito con legumbres y bambú.

- Pollo al curry.

- Zumo de mango.

Total: 60 francos suizos (40 euros).

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