_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tonta

Almudena Grandes

No más muertes por petróleo. Ahora, cuando la oposición a la directiva de retorno ha convertido a tantos europeos en ingenuos desinformados y en demagogos irresponsables, recuerdo estas palabras, no más muertes por petróleo, escritas en todos los idiomas y coreadas por personas que, hace algunos años, merecieron las mismas descalificaciones por parte de quienes asumieron, con plena información y responsabilidad, la bienintencionada iniciativa de una guerra. Y lo recuerdo ahora porque, por fin, Irak ha puesto a disposición de las multinacionales de Occidente sus reservas de petróleo, las terceras en importancia del planeta, en plena crisis energética. No más muertes por petróleo.

A mí, lo que me gustaría de verdad es ser tonta. Creer que Bush creía que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva. Creer que Aznar y Blair le acompañaron en su buena fe. Creer que la situación en Irak es hoy mejor que antes. Creer que la liberalización del petróleo iraquí no tiene nada que ver ni con la guerra de entonces ni con la paz de ahora, esa paz repleta de bombas, de hambre, de miseria, de suicidas, de epidemias, de viudas, de huérfanos, de muertes, y muertes, y más muertes sin fin, en la que los generales estadounidenses se afirman con orgullo victoriosos. De verdad que me gustaría creérmelo, aunque sólo sea porque Repsol es una de las empresas que van a competir por el sangriento botín de aquella cruzada emprendida a favor de la democracia y los derechos humanos del pueblo iraquí.

Claro que, quizás, ni siquiera la estupidez sería suficiente. Porque hasta si yo fuera tonta, pero tonta de remate, me preguntaría cómo es posible que los libertadores de un pueblo oprimido lo arrasen primero para arrebatarle su riqueza después. Y eso me convertiría en una ingenua desinformada, una demagoga tan irresponsable como si fuera lista.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_