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Columna
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Vecinos

Rosa Montero

Si la crisis climática acaba con especies animales, la crisis económica puede provocar la extinción de criaturas sociales. Por ejemplo, hay una cosa rara llamada Cámara Oficial de Vecinos e Inquilinos de Madrid que, pese a su rimbombante nombre, es una asociación privada de inquilinos creada en 1919 en defensa de la gente pobre frente a los abusos de los propietarios de viviendas. Un trabajo muy útil: en 1923, una Real Orden de Alfonso XIII les concedió el uso de la palabra "oficial" por lo meritorio de su labor.

Hoy hay unos 2.500 socios que, por 82 euros al año, reciben una asistencia jurídica completa, defensas en juicios o desahucios. La inmensa mayoría son ancianos paupérrimos que viven en pisos de renta antigua. Sí, es cierto, en el tema de los alquileres hay otro lado: hay inquilinos sinvergüenzas y caseros que solo pueden cobrar rentas ridículas e injustas. Pero también existe el anciano indefenso que puede ser objeto de todo tipo de abusos: amenazas telefónicas, faltas de pago provocadas por el propietario para lograr el desahucio. En las destartaladas oficinas de la Cámara yo solo he visto viejecitas matusalénicas y raídas que caminaban a la velocidad de una tortuga coja. Este lugar es una especie de ONG y los cuatro abogados que trabajan aquí cobran un sueldo mileurista que les obliga a mantener una doble jornada en otro despacho. "Pero compensa", dice la presidenta, Isabel Torralba: "A veces viene en Navidad uno de estos viejecitos a regalarte ¡un paquete de cigarrillos! Y para ello a lo mejor ese día no ha comprado el pan". Sí, compensa emocionalmente, pero están en las últimas. Han pedido inútilmente subvenciones al Ayuntamiento y la Comunidad, y ahora acaban de vender uno de los dos despachos de la Cámara. Casi todo el dinero se lo ha quedado el banco. Sin ayudas, terminarán cerrando. Me pregunto qué será de esos ancianos.

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