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Columna
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¡Vive!

"Saltaron pulverizadas las cuentas de un collar de azabache que me había regalado mi madre". Más que las imágenes de la televisión y las crónicas, impacta esta frase del e-mail que recibí, por fin, después de una semana de intentos y de devoluciones, de mi amiga chilena Marcia Scantlebury. Se encontraba en Viña del Mar, con parte de su familia, en el viejo hotel San Martín, me cuenta. "Caía todo sobre nosotros, y yo me levantaba y el terremoto, que fue eterno, me volvía a botar al suelo".

El resto fue la pesadilla que podemos suponer, la búsqueda de los hijos, de los nietos, por los caminos de la destrucción.

Traigo aquí a Marcia porque para mí representa lo mejor de Chile: el coraje y la resistencia. Tras el golpe de Estado de Pinochet, en el 73, esta mujer pasó meses en los centros de tortura del régimen. La hirieron, no la quebraron. Reconstruyó su vida, después, sin renunciar al pasado. Declaró ante Garzón en el proceso contra el dictador.

En la actualidad dirige la Televisión Nacional de Chile. Por eso se hallaba en Viña del Mar, por el festival de la canción que no llegó a celebrarse. Es una buena periodista, Marcia. De ahí ese trallazo de los azabaches pulverizados, que con tanta elegancia habla de pérdidas irreparables. Los azabaches, como los abrazos maternos: anteriores al tiempo del secuestro de la democracia. Dice: "La tragedia y el dolor de este país no tienen nombre". Añade que el final, para ellos, fue semifeliz, "porque todos estamos bien", pero que el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos que recientemente inauguraron sufrió fuertes daños y que "este país, otra vez, está de rodillas".

Arrodillado, no. Arrodillado no lo estuvo nunca. Siempre alguien se alzó para resistir. Alguien pasó la antorcha.

Chile: ¡Vive!

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