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Columna
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Zeppelín

Un día de abril de 1931 la República llegó a España junto con el vuelo milagroso del Zeppelín. Frente a las verjas de los parques y jardines públicos los fotógrafos ambulantes metieron, como siempre, la cabeza en el capuchón y un segundo antes de disparar la cámara, para que los niños permanecieran quietos y con los ojos bien abiertos, exclamaron: "Atención, que va a salir un pajarito". Aquel 14 de abril, de las cámaras de los fotógrafos ambulantes salió un ave del paraíso con la cabeza amarilla, un ala roja y la otra morada, que enseguida levantó vuelo y fue a colocarse en el cielo junto al globo aerostático. Ese día se produjo otro milagro. En la tertulia del hotel Regina, en Madrid, donde impartía Azaña su autoridad alrededor de los recuelos de café a media tarde, de pronto, entró un viento imprevisto de primavera, que se llevó por delante todos los manteles sin romper ningún vaso, ninguna taza y Azaña también fue arrebatado por los aires sobre los tejados hasta caer indemne en el balcón de Gobernación cuando la multitud ya se había apoderado de todos los tranvías y acudía a la Puerta del Sol para aclamarlo. La República fue un extraño fenómeno atmosférico impulsado por la misma fuerza que hace florecer a las acacias, aunque poco después terminara en una gran tormenta negra. El ave del paraíso fue abatida, el Zeppelín se perdió en el horizonte y de la cámara de los fotógrafos ambulantes comenzó a salir una bandada de cuervos que ya no cesó de sobrevolar durante cuatro décadas el cadáver de aquella niña de 15 años. Cada aniversario el recuerdo de aquel día de abril es más delicuescente, pero mientras la República permanezca en la memoria colectiva como un amor imposible o como un sueño de regeneración que se frustró, seguirá siendo el fermento de un ideal político y sólo por eso permanecerá viva en la historia. Ahora las aguas limpias del 14 de abril se remansan en el Día del Libro y entre estas dos fiestas sagradas se establece una corriente alterna. La primera empresa que acometió la República fue la de erradicar el analfabetismo de España. El 23 de abril, en todas las ciudades puede que se repita aquel prodigio. En la calle muchos lectores abrirán un libro y entre sus páginas verán volar de nuevo aquel Ze-ppelín.

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