_
_
_
_
_
Reportaje:

50 años sin Stalin

La sociedad rusa evoca dividida el legado del dictador

Pilar Bonet

Cincuenta años después de su muerte, ocurrida el 5 de marzo de 1953, Iosif Stalin es objeto de pasiones contrapuestas en Rusia, país que recuerda la figura del líder comunista, responsable de la muerte de millones de personas, con más nostalgia que crítica. Las encuestas del Fondo de la Opinión Pública indican que la sociedad está dividida: el 37% de los rusos considera que en la figura de Stalin predomina lo positivo; el 29%, lo negativo, y el 34%, no sabe qué contestar. Según el sociólogo Lev Gudkov, en la época de la perestroika, a fines de los ochenta, la crítica a Stalin "desde la posición del socialismo con rostro humano" de Mijaíl Gorbachov fue "extremadamente superficial" y acabó provocando una oleada de nostalgia desde principios de los noventa.

El 37% opina que en la figura de Stalin predomina lo positivo; el 29%, lo negativo, y el 34% no contesta

Entre los actos de aniversario que se celebran en Moscú destaca la exposición El año 1953, entre el pasado y el futuro, que ha organizado el Servicio Federal de Archivos de la Federación Rusa junto con otras instituciones, incluido el Servicio Federal de Seguridad (heredero del KGB).

La muestra se centra en el fallecimiento de Stalin, pero abarca desde el 70º cumpleaños del líder en 1949 hasta el desalojo de su cadáver del mausoleo de la plaza Roja, que compartió con Lenin hasta 1961. Entre los materiales inéditos están los partes médicos de la agonía. Son documentos que argumentan en contra del mito, según el cual el fallecimiento de Stalin se produjo el 2 de marzo y se mantuvo en secreto durante varios días. El dirigente comunista sufrió un derrame cerebral en la noche del 1 al 2 de marzo en la dacha oficial donde residía en Kúnzevo, una zona que entonces estaba a las afueras de Moscú y que hoy está integrada en la ciudad.

Stalin había prohibido la entrada en sus aposentos sin invitación previa y, por eso, la ayuda tardó en llegar. A las siete de la mañana del 2 de marzo, Stalin, según el primer parte médico, yacía boca arriba en un diván con la cabeza vuelta hacia la izquierda, tenía los ojos cerrados y se había orinado en la ropa. El diagnóstico constataba, entre otras cosas, hipertensión, arteriosclerosis general y hemiplejía, con síntomas de hemorragia cerebral. El pulso era de 190/110, y el estado del enfermo, "extremadamente grave". El 5 de marzo, nueve médicos firmaron el parte que constataba la muerte del "camarada I. V. Stalin" a las 21.50. Al día siguiente, por encargo de la comisión responsable del entierro, se realizó una máscara funeraria y también la copia de las manos.

El público de la exposición es de todas las edades y de todas las condiciones sociales. Con interés miran la guerrera y la gorra de plato de mariscal, la pipa, los objetos de escritorio, el tocadiscos, el carné del partido y, sobre todo, el gabán remendado, apolillado y gastado por el roce que Stalin usaba para ir por casa. Al líder comunista le costaba desprenderse de sus prendas. Los sirvientes tenían instrucciones estrictas: si encontraban la ropa en el suelo era una señal de que había que remendarla o lavarla. Pero tenían prohibido tocar las prendas que colgaba a los pies de la litera, que era uno de los lugares (además de varios divanes) donde Stalin dormía.

La exposición no sólo satisface la curiosidad por los detalles íntimos; también da pistas sobre el proceso de desestalinización. El jefe de la policía, Lavrenti Beria, que ha pasado a la historia soviética como "uno de los más activos organizadores de la represión", aparece como uno de los precursores del deshielo en la selección de documentos. A la muerte de Stalin, Beria firmó una amnistía de los presos y dirigió una carta al fiscal general para que revisara varios de los procesos políticos en marcha. En abril del 53 prohibió el uso de la tortura y ordenó la "destrucción de todos los instrumentos". Beria fue fusilado en diciembre de 1953 y los laureles del deshielo correspondieron a Nikita Jruschov.

Las extrañas complicidades de la vida en Rusia están también presentes. Una foto muestra a los prisioneros de un campo de concentración del lejano Oriente celebrando con un trago de vodka la muerte de Stalin. El autor de la instantánea fue uno de los guardianes del campo, que también se consideraba víctima del dictador.

Un hombre observa la mascarilla de Stalin en una exposición en Moscú sobre el dictador soviético.
Un hombre observa la mascarilla de Stalin en una exposición en Moscú sobre el dictador soviético.AP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_