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Columna
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La burbuja

Resulta escalofriante la forma en que el Destino se manifiesta a veces para revelarnos que ya nada volverá a ser como era. Realizo un largo viaje en coche y, durante el trayecto, escucho por la radio la noticia de que ha sido detectado un planeta similar a la Tierra, que orbita una estrella a poca distancia y cuyas condiciones climatológicas le permiten disponer de agua y albergar vida.

Entretanto, porque soy de esas personas que no pueden hacer una sola cosa a la vez sin sentirse culpables, leo en este periódico el desmoronamiento bursátil de la glub-glub inmobiliaria, así como las versiones que se dan del asunto: dicen que el mercado estaba sobrevalorado. Ondia, tú.

Pero ello no es todo. Mi trayecto toca a su fin. Y estoy entrando en Marbella.

¿Lo pillan? Me hallo en el punto astral adecuado y en la coyuntura económica precisa para ponerme en lo peor. Si la burbuja del ladrillo empieza a pinchar seriamente y lo que necesitamos es embaucar a gente que no nos conoce para seguir construyendo pisos, ¿qué mejor para expandirnos que otro sistema solar o como se llame? Bien pensado: solar es la palabra adecuada. Pero de suelo virgen, no de sol que alumbra y da la vida.

Pónganse en la piel de esa pobre gente, si es que existe. Quizá habitan en densos bosques poblados de especies arbóreas de las que nosotros ni nos acordamos. Quizá aún no han descubierto las grandes superficies ni las ultra urbanizaciones. Triscan alegremente con sus animalitos en glorioso trance de no extinción, se reproducen sin miedo a plaga alguna y carecen, pues son inteligentes y bondadosos, de dioses, de terroristas y de especuladores. Quizá disponen de un Steven Spielberg que les ha convencido de que encontrarse en la tercera fase con alguien que viene de otro planeta es lo más agradable que te puede pasar, y de que nosotros somos agradables criaturas ebrias que nos escondemos en los armarios. Quizá carecen, pobres, de un Tim Burton que les cuente la verdad que está ahí fuera. O aquí dentro.

Veo carteles de inmobiliarias por doquier. Deliro, creo. En cualquier momento voy a intentar encontrar la Marbella que amo. La sitúo en mi memoria, dando vueltas como ese planeta que acabamos de detectar.

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