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Columna
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La 'caja negra'

Manuel Rivas

La sala que admitió a trámite con generosidad, y pese a la rotunda oposición de la Fiscalía, la querella de la caritativa organización troglodita Manos Limpias contra el magistrado Baltasar Garzón, fue muy severa en las formas a la hora de despachar la pretensión de personarse en el proceso por parte de una asociación de familiares de víctimas del franquismo. Ahora esta sala rechaza el recurso de súplica de Garzón. E incluye en la resolución que da vía libre a la querella más alucinante de la historia jurídica mundial un argumento que me resulta formidable, en todos los sentidos, como devoto lector de Franz Kafka. Dice la sala que el contenido de la querella no puede ser considerado como algo "inverosímil". Así es también la puerta de la literatura. Al abrir una obra, el lector no debe ofrecer resistencia si desea viajar a lo desconocido. Al contrario. Desde niños sabemos que un cuento exige la "suspensión de la incredulidad". En literatura, si se dice que algo no es inverosímil podemos oír el eco de lo verosímil. En el dichoso caso, al juez se le abre un proceso por intentar investigar la "caja negra" del régimen criminal llamado franquismo. Es muy casual la coincidencia temporal de la presentación de la querella y su amable admisión con el trabajo de Garzón para esclarecer la trama corrupta que parasitó al partido que agrupa a la derecha. Decía Borges que "toda casualidad es una cita". Por razones de oficio, me ha tocado este mes estar en lugares bien diferentes. A ambos lados del Atlántico, en Lyon o Princeton, y hablando de literatura, había una cuestión que se repetía: ¿cómo es posible que procesen a un juez por investigar la dictadura y esa secuela de más de cien mil cuerpos desaparecidos todavía sin enterrar con dignidad? Y, la verdad, ya no sé qué decir. Lo siento. Los muertos, en mi país, no son verosímiles.

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