"Como chino tengo que medir mis palabras"

A Cui Jian le preguntaron el jueves que dónde le apetecía comer al día siguiente, pero el padre del rock chino no entendió bien la pregunta. "Reina Sofía", contestó. Así que ayer a las 14.40 el músico entró en el restaurante del museo con una ensalada en el estómago y cierto despiste. "¿Y los cuadros?". "Después, ahora tiene usted una entrevista". Solucionado el entuerto, Jian sonríe educado y se dispone a comer de nuevo. La traductora le resume la carta de la que escoge la crema de patatas y los langostinos. "Mmm", dice con cortesía asiática tras probar el vino. "Mmm", tras el pan tumaca.

El artista luce un look tan ecléctico como su música -rock mezclado con instrumentos tradicionales chinos- y sus referentes -Public Enemy, The Clash o Mano Negra-. Nacido en Pekín hace 48 años, Jian es autor de la canción que se convirtió en el himno de los estudiantes que protestaron (y murieron) en la plaza de Tiananmen, Nothing to my name en su traducción inglesa. Poco después de la matanza del 4 de junio de 1989, Jian dio un concierto en dicha plaza. Su imagen sobre el escenario con los ojos vendados tras un trozo de tela roja dio la vuelta a China. La represión no se hizo esperar y el músico conoció las consecuencias de tener a las autoridades en contra, viéndose relegado a salas pequeñas hasta hace poco.

Una de sus canciones fue el himno de las protestas de Tiananmen

A pesar de estos antecedentes, el interlocutor descubre pronto que de la boca de Jian no van a salir consignas rebeldes y, menos aún, críticas al Gobierno chino. El músico se pasa la entrevista esquivando preguntas. Su rostro adopta un rictus serio. ¿Cómo recuerda las protestas Tiananmen? "Es un tema tan delicado que no puedo expresarlo claramente". ¿Qué mensaje quiere transmitir con su música? "Mis canciones hablan de mí, no de política". ¿Le incomodan estas preguntas? "La prensa internacional me pone de abanderado, pero no me parece correcto". ¿Se siente observado? "Sí, a mis conciertos va mucha gente". Al quinto envite con su consiguiente fracaso uno llega a la conclusión de que o bien Jian se vio convertido en un símbolo a su pesar o se ha visto obligado a dominar el arte de salirse por la tangente en un país en el que a los subversivos no se les ponen las cosas fáciles. "Entiendo que la prensa tiene que hacer su trabajo, pero cada país tiene sus reglas de juego. Ante todo soy chino y tengo que medir mis palabras. Es el precio a pagar para luchar por mi música en un país con un solo partido", concede.

Jian, que actúa hoy en Madrid (es una de las muchas opciones de La noche en Blanco), ha viajado a España invitado por Casa Asia, en cuyo libro de visitas ha dejado constancia de su espíritu rockero: "No he venido a abrir un restaurante chino ni a quedarme como inmigrante. He venido a hacer rock and roll", dice su dedicatoria.

Llega la hora de pagar y Jian sonríe cuando la periodista saca la cartera: "En China es al revés. Muchas compañías pagan a los periodistas para que entrevisten a sus músicos. Yo me niego, me parece una mierda. Como también me lo parece que haya músicos que toquen y canten en playback. Tendrían que negarse y decir 'jódete, eso es timar a la audiencia".

Y tras esta breve muestra de rebeldía, Jian da las gracias por la comida y se dispone al fin a darse un baño de arte contemporáneo.