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Tribuna:GENTE DE LA CALLE
Tribuna
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El correveidile

Palabra antigua, palabra camp, pero, ¡qué expresiva! ¡Cuántas veces se habrá repetido la acción en este país para que una frase se convierta en el nombre de una profesión! Corre-ve-y-dile, tres órdenes de velocidad, dirección y comunicación se han reunido para formar el oficio de quien se desplaza a menudo ¿para comunicar una batalla ganada?, ¿el nacimiento de un niño? No. En general, el correveidile existe sólo para trasladar algo mucho más frívolo: el rumor, el chisme, la acusación.El correveidile existe en todos los medios sociales pero, quizá porque necesita tiempo a su disposición, funciona más repetidamente en las clases altas y está a sus anchas en las reuniones de sociedad. Un jardín de embajada, una fiesta al aire libre puede ser perfecto para su trabajo.

Diferencias con el chismoso

El correveidile salta de grupo en grupo, recogiendo el rumor, el bulo, la confidencia y tras excusarse se precipita a otro grupo donde pueda verter lo que acaba de encontrar (como una abeja que en lugar de miel usa hieI. Del segundo grupo saca una información que puede devolver al grupo inicial o a un tercero. El correveidile no se cansa nunca.

En apariencia, el correveidile puede hacer pensar en el chismoso, pero la diferencia es grande. Se parecen ambas especies en llevar de un lado a otro la noticia, pero el segundo lo hace a "ojo de buen cubero", es decir, suelta el chisme que ha cazado como quien suelta una carga sin saber cual será el efecto que producirá, en el oyente. El correveidile actúa con mayor precisión. El pronombre final "le" indica que su misión tiene un destinatario determinado. No es "correveidile" sino "correveidile", es decir, "asegúrate de quien es el recipiendario de la información que envías".

No regala ilusiones sino disgustos

Y naturalmente esa información casi nunca es grata. El correveidile no es mensajero de esperanzas, sino de desesperos; no lleva el Evangelio como "buena nueva", sino la noticia triste. El correveidile no regala ilusiones, sino disgustos.

Aunque siempre puede enmascarar su actuación con la honradez y la sinceridad, al correr, al llegar, y al decir está animado por la más pura y simple de las ambiciones, la de que su amigo o conocido no esté ayuno de las novedades que en su hogar, en su oficina, ocurren. Sólo el deseo de que su amigo, casi su hermano, abra los ojos, le obliga a proporcionarle aquel disgusto. Dios sabe que preferiría no tener que contárselo jamás, pero ya que aquello existe no quiere que encima se le considere tonto o lelo y haga el ridículo.

Por eso el correveidile pone siempre cara de circunstancias que, en su caso, son circunstancias graves. Llega con el aire preocupa do, entristecido, dolorido, responde al saludo de la víctima breve mente. Luego le coge del brazo y le separa de la gente: - -Tengo que hablarte -le dice. -¿Es algo grave?

-Me temo que sí.

Y le cuenta una vieja película de vaqueros en el que siempre hay un bueno para que se note más el malo. Este de aquí no usa la pistola y sí su lengua de doble y aún de triple filo, para hablar mal. Pero él, el correveidile, le atajó desde el principio: "Mira -le dije- te agradecería que no siguieses, porque se trata de un amigo mío y no me gusta... se excusó, dijo que sólo era una broma. Ya sabes como es...".

"Amigo de sus amigos"

El defendido se lo agradece y luego le dice que no se lo tome tan a pecho. Que las ofensas no las hace quien quiere sino quien puede, etcétera. Con lo que el correveidile se despide y va aquel mismo día (u otro, no importa -¡no tiene nada más que hacer!-) a contar al aludido que Fulano le tiene en poco y que así lo demuestra en público. Menos mal que estaba allí y le he rogado que no siguiese por ese camino. "Porque él, lo primero, es amigo de sus amigos y no tolera que en su presencia...".

Es el correveidile. Cuando le descubren la maniobra le llaman de forma algo más dura y áspera, pero a mi me gusta esa larga frase reunida, concentrada en un adjetivo.

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