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Entrevista:DESAYUNO CON... MÁXIMO CAJAL

"El diplomático no tiene por qué ser un hipócrita"

Juan Cruz

Sobrevivió a una masacre en su primer destino como embajador de España, en Guatemala, el 31 de enero de 1980; fue el único testigo, como intérprete, de la conversación que el general De Gaulle quiso tener con el general Franco, y sufrió la humillación ("a mí no, a la institución que yo representaba") que le infligió Aznar en su visita oficial a París, donde él era todavía embajador, en 1997. El entonces recién estrenado presidente del Gobierno español consideró oportuno que el diplomático que representaba a España en París fuera marginado de todas las ocasiones oficiales de esa visita. Él aguantó a pie firme el ninguneo, y solo ahora lo cuenta en las memorias ("desmemorias", quiso titularlas) que publica en Tusquets. Su título, Sueños y pesadillas. Memorias de un diplomático, engloba esos incidentes y muchos otros.

El ex embajador en París cuenta en sus memorias el desplante de Aznar

Desgrana algunos de esos elementos de su memoria ("y yo tengo muy mala memoria; son memorias con muletas") mientras explora en un plato de frutas que le han puesto en esta mesa a la que le da el primer sol de Madrid, donde nació en 1935. Fue diplomático toda su vida. La Reina Sofía vio su libro el otro día en la feria, y preguntó: "¿El diplomático?". Se vieron más, pero la primera vez que se encontraron fue en Tailandia, en 1970, cuando los entonces príncipes de España fueron en viaje de novios y él ejercía allí su primer destino.

Atento, suave en sus denuncias -"¿Aznar? Él tendría sus razones para no aceptarme en aquellas reuniones en París. Pero dañaba a España, a mí no; Chirac estaba estupefacto"-, tiene sobre sí una larga experiencia que cuenta como si pasara por encima de un paisaje apasionante que ya es tan solo el pasado "sobre el que siento cierta nostalgia". Al final de la conversación, cuando sobre el mantel quedaban las huellas de los dos cruasanes que tomó con café con leche, le pregunté qué hacía ahora, después de haber dejado el encargo que le hizo Zapatero en 2005, representante personal del presidente en la Alianza de las Civilizaciones. Y Cajal dijo: "Lo que hago ahora es tratarme el cáncer".

Lo tiene controlado, pero ahí está. Cada tres meses se hace un control. Es un diplomático, así que no pone demasiado énfasis ni en esa circunstancia personal ni en la gravedad de otros asuntos que ahora contempla como cuestiones pendientes de las relaciones exteriores españolas. Que son, entre otras cosas, la inacabable dependencia española de Estados Unidos, la situación de Ceuta y Melilla, la anomalía de Gibraltar... De ello ha escrito (en libros y en EL PAÍS), y lo ha hecho con una sinceridad que considera a veces suicida. Porque él cree que el diplomático ha de ser leal a su país, y sincero, "no ha de ser ni hipócrita; ese carácter florentino que se atribuye a los diplomáticos como condición de su oficio siempre me ha parecido un error que te quita credibilidad y devalúa tu posición". Ah, y cuando es embajador ha de cuidar la cocina, donde quiera que esté. "En Francia le dijeron a mi mujer, Beatriz, nada más llegar: '¿Sigue siendo la cocina de su embajada la peor de Francia?". Arregló la cocina, se llevó bien con Chirac. Lo que pasó luego con Aznar, como cuenta en el libro, fue algo que no tuvo nada que ver con la experiencia culinaria. Él, por su parte, una vez quiso hacer unos huevos fritos y le salió una tortilla francesa. Pero aquí se ha comido los cruasanes con mucho apetito.

Cajal: "Lo que hago ahora es tratarme el cáncer".
Cajal: "Lo que hago ahora es tratarme el cáncer".ULY MARTÍN

Hotel Santo Mauro. Madrid

- Dos cafés: 12,08 euros.

- Ensalada de frutas: 8,41.

- Bollería: 7,40.

- Agua: 6,54.

Total con IVA: 36,84 euros.

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