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Columna
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El discurso

Manuel Rivas

Antes de hablar, enfatizó el presidente, quiero decir unas palabras.

Y lo que voy a decir es una verdad como un témpano. Hemos estado entre la espalda y la pared. Hemos ido de caspa caída. Hemos tenido el handicap en contra. Hemos pasado de castaño a oscuro. Nos hemos visto metidos en más de un membrete. De mí se ha dicho que soy un higocéntrico. Pero, recordad, siempre insistí en que todo era pataca minuta, que no había que confundir los churros con las merinas, ni agobiarse en un vaso de agua, ni hacer caso de las antenas paranoicas ni de la fiebre óptica. Yo siempre lo tuve herméticamente claro: Renaceremos de nuestras cenizas como el gato Félix, diga lo que diga el obstáculo de Delfos.

Bien sé que a todo Napoleón le llega su Water-polo, pero yo fui llamado a llenar el vacío de las ausencias y no me voy a salir por la tajante. Mis adversarios dicen que he colocado a España en un lugar antipático a los ojos del mundo. También en eso les ha salido el tiro por la horma del zapato. Me cuentan y no paran de chistes que circulan por Internet, en Portugal, sin ir más lejos. "¿En qué se parecen un presidente español humilde y Superman? En que ninguno de los dos existe". Je, je. Y otro: "¿Por qué cuando empatan a cero, Portugal mete cero goles y España cero golazos?". Muy simpáticos estos portugueses. Será por eso que en las Azores estábamos cuatro y sólo se habla del famoso trío. La verdad es que cuando nos presentaron al primer ministro portugués, le guiñé un ojo a Bush y le dije: "¿Sabías, George, que el nuevo puente de Lisboa sobre el Tajo es el más grande del mundo y uno de los más grandes de Portugal?" ¡Cómo nos reímos!

A mis presuntos sucesores, paciencia. Hay que saborear el éxito en pequeñas diócesis. No quiero que dividáis el partido en tres mitades ni que comiencen las hostialidades. Siempre me tendréis aquí, donde debe ser, a babor, a la derecha. Y ahora viene, lo fundamental. Como dice nuestro patrón fundador, marcando el paso de los tiempos, sin asombro de duda: llegado el momento, y si es menester, hay que sacar los votos hasta de debajo de los ladrillos. Porque, y esta es la gran cuestión, ¿qué futuro vamos a dejar a nuestros antepasados?

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