_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El otro

Juan José Millás

Para conservar la prisión de Guantánamo no es preciso ser un monstruo, basta con ser Obama. Tampoco es obligatorio ser un perverso para encarcelar al soldado Manning en vez de a quienes han cometido los crímenes sacados a la luz por él. Basta de nuevo con ser Obama. Si usted creía que para torturar a adolescentes o a ancianos con demencia senil se requería carecer de cultura, usted era un ingenuo. De esta tarea se han encargado en Guantánamo gente con titulación media y superior, personas con excelentes currículos académicos y de conductas personales intachables. Algunos han tenido que aprobar oposiciones más duras que las de juez, registrador de la propiedad o notario. Ese psiquiatra militar que observaba impasible cómo un preso se comía sus propias heces, se bebía el champú y embadurnaba con excrementos su cuerpo desnudo, era seguramente un tipo normal, incluso de una normalidad superior a la media, una normalidad fuera de lo común, valga la paradoja. No se extrañe usted, hay normalidades de este tipo. Aznar, por ejemplo, se definía a sí mismo como un radical de la normalidad y también como un extremista de centro. Si puede haber psiquiatras militares y obispos castrenses, es que no hay límites para la naturaleza humana. Podemos serlo todo. Bush pertenecía también a la categoría de normales máximos, cum laude. Pero créanme, no es preciso alcanzar tal grado de normalidad para concebir un espacio de horror como la cárcel medieval de Guantánamo. El propio Obama, que cuando la observaba desde fuera del Gobierno sentía por ella un asco sin límites (juró cerrarla en 10 meses), ha acabado aceptándola, ya ven. Y es que para ser sádico no hace falta, sorprendentemente, ser sádico. Basta con ser Obama. Quiere decirse que para ser el otro basta con ser uno mismo. En otras palabras, para ser bobo basta con ser listo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_