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Columna
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No entiendo

Hay muchas cosas incomprensibles en el alucinante caso de María José Carrascosa, la española condenada a 14 años de cárcel por sacar a su hija de Estados Unidos. No entiendo una pena tan enorme en un asunto familiar tan resbaladizo, cuando criminales convictos de homicidio se libran por menos. Y no entiendo que en España se le haya prestado tan poca atención al tema hasta ahora: muy pocos valedores debe de tener esta mujer, o poderosos enemigos. Carrascosa acusó a su marido de malos tratos y tiene una sentencia a su favor de un tribunal español. Y viajó por su propia voluntad a Estados Unidos: si no hubiera ido, no habrían podido detenerla. Muy segura debía de estar de tener la razón.

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Es cierto que, tradicionalmente, los tribunales españoles han primado a las madres a la hora de conceder la custodia de los hijos, movidos por el rancio concepto sexista de que los-niños-son-para-las-mujeres. Por fortuna cada día hay más hombres que reclaman la custodia compartida, que sin duda es lo más justo. Carrascosa dice que, en Estados Unidos, el padre no venía nunca a ver a la niña en los fines de semana que le tocaban. Esto a veces sucede: algunos padres reclaman la custodia sólo por fastidiar a la mujer. Como también hay mujeres que denuncian falsamente malos tratos (pero pocas: según las estadísticas del CGPJ, sólo un 0,19% de las denuncias son falsas). Pongamos, en fin, que el tribunal español se equivocara al darle la niña sólo a Carrascosa; y que ella hiciera mal trayéndosela a España. Aun así, ¿merecería semejante condena? ¿Y esas durísimas palabras del juez, y el regocijo de las asociaciones de hombres? En la indiferencia de la sociedad española y en la saña retumbante del juez americano lo que intuyo es la vieja furia del machismo. Que nos creíamos que ya estaba desapareciendo, pero no. Ahí sigue, recalcitrante y levantisco.

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