_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Yo era él

Juan José Millás

Estábamos 10 o 12 personas en el interior de la sucursal bancaria de la esquina, cuando entró un tipo fuera de sí blandiendo una pistola. Tras ordenar que nos sentáramos en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y las manos sobre las rodillas, exigió la combinación de la caja fuerte. Supe de súbito que aquel atracador era yo. Lo supe de un modo intuitivo, claro, no racional, pero sin lugar a dudas de ninguna de clase. Lo malo es que el resto de los clientes debieron de notarlo también, lo digo por la forma en que comenzaron a mirarme. Se me ocurrió, para disimular, interpelar con dureza al atracador, que me respondió con un tiro en el pie derecho. La bala atravesó el zapato, rompió los huesos que halló a su paso y salió por la suela, incrustándose en el suelo. No me dolió, pero me incomodó ver el agujero, del que comenzó a salir perezosamente una sangre más negra que roja. El tiro, lejos de disipar mi convicción de que yo era el que empuñaba la pistola, me afianzó en ello, igual que al resto de las víctimas, por lo que volví a encararme con el atracador, esta vez llamándole hijo de perra. La respuesta fue un nuevo disparo, en el otro pie. A ver si de este modo, me dije, he logrado desviar la atención de mí. Pero eché una ojeada a mi alrededor y comprobé, por el modo en que continuaban mirándome, que no. ¿Qué hacer? Sentía una vergüenza enorme. Pensaba en mi familia, en mis amigos; también, absurdamente, en los críticos literarios. Entonces me abrí teatralmente la camisa y pedí a gritos al atracador que me matara, suponiendo que mi muerte disiparía todas las sospechas. El tipo se volvió hacia mí, me pegó un tiro en el pecho y me morí.

No supe qué dijeron al día siguiente los periódicos, ni los críticos. Pero di por bien empleado el sacrificio si sirvió para que nadie se diera cuenta de que yo era él.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_