_
_
_
_
_
Reportaje:

De espaldas al mundo

Investigación en Francia sobre una secta que no escolariza a los niños

No se cortan el pelo, lo llevan recogido en largas colas de caballo. Los adeptos de la secta Thabitha's Place, creada en 1979 en el Estado norteamericano de Vermont, tienen como objetivo vivir como los primeros cristianos. Cultivan sus propios alimentos, se levantan al alba, no beben, no fuman, no ven la televisión ni escuchan la radio y no leen otra cosa que no sea la Biblia. Tampoco mandan a sus hijos a la escuela, sino que los educan ellos mismos, ajenos al mundo que les rodea y les aplican castigos corporales. Rechazan los adelantos médicos; no vacunan a sus hijos. En 2001 dos de sus miembros fueron condenados a 12 años de prisión por la muerte de Raphael, un niño que sufría una cardiopatía congénita y a quien sus padres negaron la medicina moderna.

"Los chicos no son capaces de explicar el sentido de lo que leen", señala un diputado

Una de sus comunidades lleva 23 años instalada en un caserío de la pequeña localidad francesa de Sus-Navarrenx, en pleno Camino de Santiago, en el Bearn, y el pasado martes fue objeto de una visita sorpresa por parte de cuatro diputados que forman parte de una comisión parlamentaria que investiga la situación de los menores en el universo de las sectas.

En Francia hay 60.000 menores que, en distintos grados, viven, se educan y crecen bajo la influencia de sectas, según la Oficina Interministerial de Lucha contra los Desvíos Sectarios. De ellos, unos 600 son víctimas potenciales de "graves maltratos psicológicos, físicos e incluso sexuales", según esta comisión parlamentaria. En Sus, los diputados encontraron a unos 50 menores que viven, en palabras del secretario de la comisión, Jean-Pierre Brard, "completamente separados del mundo". Descubrieron también que 18, con edades comprendidas entre los 6 y los 16 años, no estaban escolarizados. Sus padres se acogen a un derecho constitucional francés que permite educar a los hijos en casa con tal de que, al menos formalmente, se siga el programa escolar público.

El presidente de la comisión, Georges Fenech, explicaba a Le Parisien que tuvo la sensación de encontrarse con "18 Natascha Kampusch", en referencia a la joven austriaca secuestrada cuando era niña y que recientemente pudo huir del zulo donde estuvo retenida durante ocho años. Según los diputados que visitaron la comunidad de Sus, los niños saben leer, "pero no son capaces de explicar el sentido de lo que leen" e ignoran todo lo relativo al mundo contemporáneo. Por supuesto no saben lo que es Internet, pero tampoco la televisión ni el cine, y sólo salen de su ámbito familiar cuando acompañan a sus padres a los mercados para vender lo que cultivan. Según Fenech, los chavales ni siquiera sabían quién es Zidane.

Sin embargo, la gran mansión que ocupan los miembros de Tabitha's Place en Sus-Navarrenx está justo enfrente del ayuntamiento y sus puertas están siempre abiertas. Los "jefes de la tribu de Abraham", como les gusta definirse a los hombres que dirigen esta comunidad de estructura patriarcal, niegan que vivan de espaldas al mundo, insisten en que practican la hospitalidad y que todo el mundo es bienvenido a su casa y obsequiado con un trozo de pastel y mate.

"Educamos a nuestros hijos en el buen camino y en la justicia, según el libro del Génesis", explicaba Hushaï Lesueur, un antiguo suboficial del ejército que ejerce de portavoz de la comunidad. "No tenemos ninguna necesidad de delegar nuestra autoridad paterna a gente que no comparte nuestras convicciones espirituales y educativas". Consecuentemente, censuran los libros escolares. Ni una referencia a la teoría de la evolución o a cualquier otro conocimiento que pueda contradecir las escrituras. La secta se financia vendiendo en los mercados sus productos biológicos: miel, legumbres y aves. En ningún caso cerdo. Pero sus ingresos más importantes provienen de un taller de fabricación de muebles de jardín de lujo, con precios de entre 2.000 y 3.000 euros la pieza. Y no figuran como trabajadores, sino como voluntarios, por lo que no cotizan a la seguridad social.

Un gendarme dialoga con un miembro de la comunidad de Thabitha's Place, en el sur de Francia.
Un gendarme dialoga con un miembro de la comunidad de Thabitha's Place, en el sur de Francia.AFP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_