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"La flauta de los Pitufos" una película de enanos, hongos, viajes y música

Hoy se estrena en Madrid, en sesión especial a beneficio de la Cruz Roja, la película de dibujos animados La flauta de los pitufos, producida por Editions Dupuy, editorial belga creadora del semanario infantil Spirou, y rodada en los estudios Belvision, en donde también se realizaron Las aventuras de Tintín y Asterix, entre otras.

La flauta de los pitufos, de Pierre Culliford (Peyo), con música de Michel Legrand y canciones de Yvan del Porte y Peyo, tiene una duración de 73 minutos e intervinieron en el proyecto más de cien especialistas durante un año y medio. En España, «los pitufos» son ampliamente conocidos por su elepé musical y sus frecuentes intervenciones en los programas musicales de Televisión Española.El origen de estos enanos azules con gorros y calzones blancos y con un pequeño rabo azul, que viven en Pitufilandia y que habitan en unos champiñones rojos con matas blancas, fue, como tantas otras cosas de la vida, en un desayuno:

Bruselas. 1958. El dibujante Peyo desayuna con su amigo el dibujante Franquin (Gastón Lagaffe). Mientras Peyo mastica un poco de pan casero le pide a su amigo que le pase el schtroumpf (es decir, el salero, y también el «pitufo», según la traducción del neologismo, señala el press-book correspondiente). Franquin, sin perder su sentido del humor, tan típico de la flema belga, le responde: «Vale, pero déjame pitufear, que yo también tengo apetito.» Comenzaba a gestarse en Europa el argot del pitufeo, la sustitución de todas las palabras por los términos pitufo o pitufear. Los puristas de las diversas lenguas de la Europa occidental no pusieron el grito en el cielo ante la moda juvenil porque, como desmotró la experiencia histórica, el lenguaje pitufo no dejó de ser una moda, como la del hula-hoop. De todo ello quedó un recuerdo pasajero y unos personajes que hace tiempo entraron en la historia cotidiana del comic.

Los enanos azules, aparentemente iguales -como los chinos a ojos de un occidental-, tienen distribuidos sus roles sociales e intelectuales: hay un poeta, un filósofo (el único que tiene gafas), un presumido, un holgazán, un glotón, un inventor, un colérico y, destacando sobre toda la tribu, el Gran Pitufo -que tiene 542 años, a diferencia de la media de cien que tienen sus compañeros- y la Pitufa, única mujer del clan mágico.

Historia de una flauta

La trama argumental del filme se inscribe, una vez más, en la tradición de los cuentos infantiles de más antigua raíz: un vendedor olvida su flauta en el castillo del Rey. El instrumento tiene seis agujeros y un poder especial, el de que todo aquel que escucha su música se pone a bailar inevitablemente. El malvado Torchesac, que está al servicio del siniestro señor de la Mortaille, consigue apoderarse de la flauta y con sus poderes fantásticos asalta aldea tras aldea para intentar apoderarse del reino. Johan y Pirlouit, ayudados por el mago Homnibus, viajan hipnotizados al país de los pitufos, únicos fabricantes de esas flautas-canuto. Los servidores del rey vuelven del viaje con la nueva flauta y, tras descubrir a Torchesac, se enzarzan en un duelo musical y épico en que, naturalmente, gana el triunfador.(Los subrayados en determinadas palabras no tienen otro objeto que respetar fielmente las sugerencias de los listillos de turno.) En cualquier caso, La flauta de los pitufos entronca directamente con una ya amplia tradición de dibujos animados que admiten -en palabras de estructuralistas o posestructuralistas, que esto nunca se sabe- diversas lecturas: El submarino amarillo, Belly Boop, algunos cortos del Pato Donald y, todo parece indicarlo, La flauta mágica de los pitufos que viven en hongos.

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