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Entrevista:MARIAM ABDERRAMAN HALIL | Directora de la Asociación de Desarrollo Familiar | VIENE DE PRIMERA PÁGINA... LA GUERRA DE GAZA

"La guerra nos igualó a todos"

Mariam Abderraman Halil nunca olvidará el invierno pasado. Medio año después es imposible para el millón y medio de palestinos de Gaza pasar página a la guerra que devastó la franja mediterránea. Traumas psicológicos, pérdidas de hogares y decenas de miles de desplazados al margen, 500.000 toneladas de cascotes se apilan todavía en los bordes del territorio. Se necesitaría un año para desescombrar, asegura la ONU. Hará falta más tiempo. Porque de la ayuda financiera internacional, pregonada por EE UU, Europa y los países árabes, ni un euro ha llegado. Los fondos están listos, pero el Gobierno israelí impide que los materiales imprescindibles para la reconstrucción entren en esta gran cárcel. Probablemente porque no tiene más remedio, Mariam Abderraman Halil, que se resiste a revelar su edad, se esfuerza por paliar algunos efectos de la destrucción. Misión casi imposible. Sin apenas recursos, dirige una ONG, la Asociación de Desarrollo Familiar y Social, dedicada a promover proyectos económicos -modestos, cómo no, en este pedazo de tierra bloqueado desde hace tres años- para mujeres y niños: pequeños hornos de dulces, cursos de peluquería, un gimnasio...

La cooperante ayuda a crear modestos negocios en una Gaza destruida

"Tenemos grandes problemas económicos", afirma esta mujer tenaz, musulmana, simpatizante de Hamás, madre de tres hijos, y que se aferra a un clavo ardiendo para extraer algo positivo del desastre. "Lo mejor que sucedió", destaca, "es que todos se sentían cerca de todos, que todos querían ayudar. Las personas se hacen más duras y resistentes, y el rencor provocado por las disputas políticas entre Hamás y Al Fatah se esfumó. La guerra nos igualó a todos".

Todo empezó a las 11.30 del pasado 27 de diciembre. Nunca Israel había empleado contra los palestinos tácticas de guerra. Jamás había utilizado la aviación con semejante saña, para que después siguiera la labor la artillería, antes de la invasión de la infantería. Había que disuadir y propinar un castigo severo a Hamás, aunque fuera a costa de los civiles ajenos a las batallas. Porque apenas hubo combates entre milicianos palestinos y soldados israelíes. Tan sólo cohetes lanzados por las milicias -que mataron a tres personas en Israel- y fuego a discreción, a menudo indiscriminado, que acabó con la vida de 1.400 palestinos, la gran mayoría civiles.

El edificio que alberga la organización -casi 5.000 fueron demolidos y unos 20.000 seriamente afectados- resultó dañado. Como su vivienda, que abandonó en plena refriega. Mariam regresó a casa después de meses durmiendo en la de sus padres. Su marido se refugió con los suyos. Como tantos gazauis. "Hicimos reparaciones con nailon y plásticos, pero había fugas de agua y no volvimos hasta el final de la primavera, cuando dejó de llover". Remiendos improvisados que son norma en la asediada Gaza de hoy. Israel prohíbe la entrada de cristal.

Mariam y las 14 compañeras empleadas en su ONG -las mujeres participan de la vida social y económica más que en otros países árabes- trabajaron a destajo durante los 23 días de infierno. "Tratábamos de dar alimentos y alojamiento a familias cuyas casas fueron bombardeadas. Comíamos poco y dos veces al día, pero los vecinos la compartían. No ofrecíamos manjares, pero a eso estamos acostumbrados", ríe. Veintitrés días sin respiro. "Las casas vibraban. Era difícil tranquilizar a los niños, porque una también estaba nerviosa. Era necesario disimular porque es complicado explicar a un pequeño lo que es una guerra".

Mariam recuerda tiempos más pacíficos, cuando muchos palestinos tenían empleo en Israel. Su padre conducía un camión y trabajaba, dos décadas atrás, para Ariel Sharon en el rancho que la familia del ex primer ministro posee a tiro de piedra de Gaza. En los años ochenta ella emigró con su esposo, médico de profesión. Se podía entonces viajar y salir de la franja. Durante 16 años residió en Arabia Saudí y en Jordania. Regresó en 1998, en una época de optimismo que se ha desvanecido, aunque la media sonrisa permanezca en su rostro. Sabe que nuevas oleadas violentas son probables, que la lucha interna entre los palestinos parece lejos de acabar. "Es sencillo. Estamos divididos entre quienes quieren rendirse a Israel y quienes no lo aceptaremos", explica concisa antes de prometer: "No volveré a emigrar. Mejor morir aquí que en Arabia Saudí".

Mariam Abderraman  y sus colaboradores trabajaron a destajo para auxiliar a las víctimas. Fue testigo del drama.
Mariam Abderraman y sus colaboradores trabajaron a destajo para auxiliar a las víctimas. Fue testigo del drama.J. M. M.

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